Es peculiar que en el servicio a los demás lleguemos a pensar que estamos solos, o que somos los únicos que estamos haciendo un esfuerzo monumental por sacar las cosas hacia adelante, que marchen o avancen en un sentido adecuado al que consideramos. La famosa frase “tirar la toalla”, cobra vida ante este desgaste mental, físico y espiritual, porque a veces después de una gran victoria sentimos que nada es suficiente.
Esto es falso, sí, falso, porque no somos águilas solitarias, siempre Dios preserva un remanente, a veces más grande, a veces más pequeño, que alguien no comparta una visión no lo hace enemigo y tampoco que alguien comparta una visión lo hace amigo, existen personas para un momento específico, existen personas para toda la vida y existen personas que nunca estarán en la foto.
Circunstancial, constante o inexistente, todas estas figuras pueden y pasan en nuestro entorno, pero esto no es una pócima que debamos beber para sentirnos bien, a veces estamos intoxicados de nuestro propio yo, de nuestros deseos, de nuestras expectativas, y eso genera frustración; ritmo una palabra que debemos darle énfasis, nadie vive al mismo ritmo, nadie, el llamado para cada persona es distinto, el tiempo para cada persona es distinto, pero la cura para todo esto es simple: entendidos en los tiempos.
Las frases y reprimendas como que no estamos en el mismo barco, tienen en si un sentido, de aparente realidad, pero aunque esto en alguna medida es cierto, no estamos en el mismo barco pero si en el mismo mar, eso hace que nuestros caminos se crucen constantemente, y eso debe enseñarnos a coexistir, Elías el profeta que después de ganar una gran batalla, teme por su vida y sale huyendo creyendo que es el único fiel que existe, y habla en nombre del celo de Dios, se da cuenta que no es el único, en efecto hay muchos más, algunos en silencio, otros con más pompa, pero muchos poseen un corazón que vive en la misma frecuencia, es que nuestros ojos son especialistas en envoltorios, pero como no nos dotaron de un escáner interior, aunque si de un discernimiento de espíritu, no seamos ligeros en juzgar pero si en aceptar y apoyar a los demás.
Aquellas cosas que a veces parecen un final resultan no serlo, largo camino nos resta, pero de nosotros depende quitarle peso a ese camino, piedras pesadas como el odio, la envidia, el enojo, el resentimiento, entre otros, son ácidos que carcomen nuestro ser, y necesitamos alicientes que oxigenen nuestro juicio, para poder interpretar con otros ojos.
