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viernes, diciembre 19, 2025

La nodriza de Mefiboset: Cuando el miedo hiere, pero la restauración de Dios tiene la última palabra

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2 Samuel 4:4

Hay heridas que no nacen del odio, sino del miedo.

Decisiones que no se toman con mala intención, sino desde decisiones apresuradas, tomadas en medio del miedo, la presión y la confusión.

Momentos en los que el corazón quiere hacer lo correcto, pero la fe no alcanza a frenar la prisa.

La nodriza de Mefiboset vivió uno de esos momentos. Cuando se anunció la muerte de Saúl y Jonatán, el pánico se apoderó de la casa real.

Ella tomó al niño y huyó apresuradamente. Quería protegerlo. Quería salvarlo. Pero en medio de la urgencia, el niño cayó y quedó lisiado de ambos pies.

La Biblia no menciona su nombre, pero sí revela su motivación: no fue descuido, fue temor.

Esta historia nos confronta con una verdad profunda: el miedo puede empujarnos a actuar rápido, pero no siempre nos lleva a actuar bien.

¿Cuántas veces hemos reaccionado así? Tomando decisiones bajo presión, respondiendo desde el miedo al futuro, al rechazo, a la pérdida, sin detenernos a escuchar la voz de Dios.

Y en esa carrera, sin querer, herimos procesos, relaciones o destinos.

La nodriza quiso cuidar… pero terminó marcando una vida. Sin embargo, esta historia no termina en la caída.

Aquí comienza la restauración. Porque aunque Mefiboset quedó lisiado, Dios no canceló su propósito. Años después, el rey David lo buscó, lo llamó por su nombre, restauró su herencia y lo sentó a su mesa como a un hijo.

Lo que el miedo dañó, la gracia lo restauró.

Mujer, tal vez hoy cargas con culpa por decisiones pasadas. Tal vez actuaste desde la prisa,

desde la confusión, desde el temor, y hoy enfrentas consecuencias que duelen.

Esta Palabra te recuerda algo firme y lleno de esperanza: la restauración de Dios no es parcial. Él no solo sana la herida, Él devuelve dignidad, reafirma identidad y reposiciona en propósito.

En Dios, la caída no es sentencia, el error no es el final, y el pasado no define el destino.

Aprendamos a no decidir desde el miedo, sino desde la confianza en Dios. A detenernos, a escuchar Su voz, y a accionar con fe.

Porque aun cuando algo se quebró en el proceso, Dios sigue teniendo la última palabra, y esa palabra siempre es restauración.

Tomando Mi Nación Mujer sv

Emma de Cuéllar

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