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jueves, abril 25, 2024

Una nación sin corazón

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Físicamente hablando el corazón juega un papel vital para el correcto funcionamiento del cuerpo, eso obliga a cualquier ser humano a cuidarse, si su deseo es vivir un buen tiempo y de manera estable, al estar un corazón dañado existen alternativas pero no todas generan garantías de seguir existiendo en la faz de la tierra.

El corazón de una nación es su gente, una joven abandona a su recién nacido que ha asesinado con un tenedor incrustado en su rostro, un esposo le quita la vida a su pareja porque si no es para él no debe ser para nadie más y perpetra el hecho frente a sus hijos terminando el acto con un suicidio, un joven busca una oportunidad de reintegrarse a la vida productiva dejando su pasado atrás pero sus posibilidades de integración social terminan en la tumba, vivir en una zona y querer transitar en otra tiene el costo de pagar con la vida misma, las posibilidades que un asalto termine en muerte son altísimas, todo esto se vive en el día a día, como una vorágine de violencia.
No es lo único que está al asecho en El Salvador, una decadencia infame de valores, el claxon de los vehículos suena de forma estridente con malicia por alguien que freno o peor aún se atravesó al conducir, las palabras fuera de lugar afloran con simplicidad, estamos frente a un escenario donde el estrés parece ser el nuevo clima.

El corazón de esta nación es su gente, y si su gente está envuelta en una vorágine de violencia y en un clima de estrés, entonces no se está bombardeando vida, paz, estabilidad, esperanza que es lo que esta nación necesita con urgencia. Los nacidos de nuevo necesitamos comenzar a hacer uso de la estadística que nos presenta por encima del 45% de la población, es loable la labor que la Iglesia Evangélica realiza en función de la restauración de quienes son sus miembros, y hay esbozos aislados de trabajo comunitario propios de denominaciones, pero que si trabajamos en integración por el bien común, o ni siquiera necesario trabajar en conjunto si se incluye en la agenda eclesial impactar su entorno con mayor intensidad, de manera que llevemos un respiro a aquel que ha perdido sentido su vida, una palabra de aliento y esperanza para el que lo ha perdido todo, una respuesta para quien no encuentra salida, perdón para aquel que está sumergido en el odio.

No necesariamente son los malos los que están haciendo daño a nuestro país, es la ausencia del bien que permite el crecimiento del mal, es el hecho que las personas buenas queriendo protegerse terminan convirtiéndose en malas al albergar sentimientos de rencor, hoy no solo se maneja a la defensiva, se vive a la defensiva.

El latido del corazón es continuo, no permitamos que nada obstruya su libre circulación, usted y yo debemos ser precursores de una paz personal que ha de redundar en paz social, la paz no puede venir desde otra esfera, porque para poder pregonar la paz, es necesario vivir en paz, y eso solo se logra a través de una comunión continua con nuestro creador, fuera de ello son esfuerzos sin resultados, para cambiar nuestro entorno es necesario empezar por cambiar nosotros y ser modelo para esta y las nuevas generaciones, modelar el amor de Dios en nosotros, anótelo en sus retos de este nuevo año y si ya lo está haciendo dele fiel continuidad a sus principios.

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