Recientemente se dio a conocer el estudio “La nueva cara de las pandillas callejeras: El fenómeno de las pandillas en El Salvador”, que fue realizado por la Universidad Internacional de la Florida con el apoyo de la Fundación Nacional para el Desarrollo (Funde). El estudio se basa en entrevistas realizadas a miembros y ex miembros de las diversas pandillas. Una de las preguntas que se hizo a los encuestados fue qué se puede hacer para ayudar a los pandilleros a abandonar la pandilla. Un poco más del 97 % respondió que unirse a una iglesia sería la más grande ayuda. El estudio asevera: “…el mecanismo más común y aparentemente aceptado para calmarse y abandonar la pandilla en El Salvador viene a través de una experiencia religiosa. La iglesia es un vehículo para que muchos miembros dejen una pandilla, lo cual es consistente con la literatura académica sobre desistencia y las pandillas en Centroamérica (…) Varios pandilleros enfatizaron que la única manera de que alguien abandone la pandilla es dedicarse a Dios. Durante las entrevistas en profundidad, los despertares religiosos fueron un tema común entre los ex pandilleros. Parece que la religión proporciona a algunos pandilleros comodidad ya que muchos de estos individuos han cometido crímenes atroces, y a menudo tienen dificultades para vivir con su pasado. Así, muchas personas recurren a un poder superior y han descrito el intenso proceso de ser ‘salvado’”.
Desde hace años las iglesias conocen bien esa verdad y saben que la conversión produce en los miembros de pandillas un cambio muy radical que les hace ser totalmente diferentes. Las iglesias se empeñan en alcanzarlos para que ellos, sus familias y las comunidades tengan un futuro mejor. Pero ¿qué son los obstáculos que enfrentan las iglesias en esa labor? Por un lado, el hecho de no contar con una ley de inserción para exmiembros de pandillas. Eso coloca a las personas que desean cambiar en una situación muy vulnerable, pues, aunque dejan de militar en la pandilla, siguen viviendo en las mismas comunidades pobres. En esos lugares las fuerzas de seguridad no hacen diferencia entre personas y quienes se han retirado son detenidos y maltratados múltiples veces como si fueran miembros activos de grupos criminales. En ocasiones ocurre que la pandilla cuenta con informantes y saben el momento de retirarse de sus viviendas antes que se ejecute un operativo. Las personas que se han retirado de la pandilla ya no cuentan con esa información y son los que se encuentran en sus casas cuando los operativos se efectúan y, una vez más, van a parar a las bartolinas. Ese estado de cosas hace que los jóvenes que desean salir de una pandilla desistan de hacerlo complicando más las cosas.
Por otro lado, las iglesias pueden esmerarse y lograr que muchos sean salvados, pero están limitadas en sus posibilidades de dar empleo a todos los que abandonan las pandillas. Las iglesias necesitan completar su proceso de redención haciendo alianzas con entidades que den oportunidades para que los conversos tengan opciones de empleo. Las iglesias solamente son una parte de la sociedad, pero el problema de la violencia es un producto de toda la sociedad. Cuando todos asumamos nuestro rol en la solución del problema podremos encontrar vías que faciliten la reconciliación.