Por: Javier Domínguez, Pastor General de Iglesia Gracia sobre Gracia
En la Biblia encontramos dos pasajes teológicamente paralelos que nos ubican en un hecho similar. En 2 Re 22:8 vemos que la Palabra Escrita se había perdido y fue encontrada durante la restauración del templo. En Lc 2:41-52 vemos como la Palabra Encarnada, Jesús, se extravió durante tres días a sus padres y fue encontrado en el templo.
En el primer caso la Palabra se perdió por falta de interés en ella, debido a las vidas licenciosas de quiénes debían guardarla, no había interés en obedecerla y enseñarla. En el segundo vemos que, al encontrar a Jesús, sus padres no comprendieron cuando les dijo que debía estar en los negocios de su Padre. Paradójicamente la Palabra Escrita se perdió del lugar donde debería haber sido enseñada, preservada, cuidada y proclamada: en el Templo; y la Palabra Encarnada se perdió de las personas encargadas de su cuidado y protección.
De la misma manera hoy vemos que el evangelio se ha ido perdiendo del lugar donde debe ser defendido, protegido, proclamado, aconsejado y enseñado: las iglesias cristianas de El Salvador. No en todas las iglesias, pero si lamentablemente en muchas de ellas.
¿Por qué se ha perdido? Por dos grandes problemas, el primero es que desde muchos púlpitos se predica un evangelio manipulado, torcido, adulterado, mutilado; el segundo, es que el pecado es tan corrupto que no nos permite ver que un evangelio así no es el evangelio de Cristo, sino anti Cristo. Todo mensaje desde un púlpito, grupos en casas, discipulados, congresos, que no contenga el evangelio conforme a todo el consejo de Dios, es satánico, porque lo que no es Bíblico, es anti Cristo, porque de Él da testimonio la Biblia.
Recordemos la metodología de Satanás en las tentaciones contra Jesús (Mt 4:1-11): tergiversar el texto, alterar su mensaje y centrar al hombre en el hombre separándolo de Dios. Lamentablemente eso es lo que vemos en muchos púlpitos modernos.
El evangelio en El Salvador enfrenta tres grandes desafíos. El liberalismo teológico: reducir a la Biblia y al evangelio a mensajes morales y éticos, retomando la parte histórica quitando los hechos milagrosos e imposibles. Algunos ejemplos, la tendencia a predicar sobre los personajes de la Biblia como personas morales y éticas a quienes imitar, negar los milagros y la inerrancia de la Biblia, creer en la evolución y no en la creación.
El libertinaje: creer que el amor y la gracia de Dios nos permite vivir como queramos. Vemos en las iglesias falta de valores, de disciplina, de pureza y santidad eclesiástica. Al pecado ya no se le llama pecado sino fallas, errores o problemas, y eso en sí es verdaderamente serio, pues las fallas, errores y problemas pueden ser arreglados o corregidos, pero el pecado solo puede ser perdonado. Cambiarle el nombre es realmente privar a los demás de ver a Jesús como Salvador, y su sangre como expiación de sus pecados. Vemos por ejemplo trivialización del noviazgo y las relaciones sexuales, liderazgos permisivos, entre otros. En lugar de ser la iglesia impregnando la cultura actual con el evangelio, es la cultura y el mundo absorbiendo y mezclándose dentro de las iglesias.
Neopentecostalismo, que no es lo mismo que nuestros hermanos pentecostales. Los neopentecostales son congregaciones, no iglesias que creen y promueven: en la teología de la retribución (teología de la prosperidad); en las nuevas revelaciones más que en la Biblia (experiencias místicas); y apóstoles y super pastores venerados, anhelo por dinero, fama, buena imagen y poder.
En resumen, mucho espiritualismo, poco o nada del evangelio. Estos pasajes son una seria advertencia de que no todo lugar de reunión es un lugar de adoración, no todo el que piense que está en una iglesia de Cristo, realmente lo está. No todo el que diga Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos.
¿Qué debemos hacer? regresar a la Palabra, volver a valorar las doctrinas fundamentales de la fe expresadas históricamente en credos y confesiones que moldearon los inicios de las iglesias evangélicas. Necesitamos volver a Cristo, al verdadero evangelio. Si la Palabra se perdió, debemos hallarla.