POR JULY DE SOSA
Es lógico y común, que los padres se preocupen por suplir las necesidades básicas de sus hijos, la diferencia la marcan aquellos que además de proporcionarles techo, comida, vestido, calzado, estudios, etc. Se ocupan en escucharlos, brindarles consejo oportuno, y guiarlos, en las diferentes etapas de su vida, siendo de estas, la adolescencia la más difícil de superar para todos.
Desde hace varios días, ha sido noticia aquí en mi país El Salvador; un supuesto secuestro de una niña de 15 años, en una de nuestras bellas playas, conociéndose después de una larga agonía de espera para sus familiares, que la niña no fue secuestrada, sino más bien seducida, por la aventura que muchos jóvenes tienen, “fugarse de su casa con su pareja” ella por voluntad propia decidió vivir esa aventura, las críticas a favor y en contra, de los hechos no se han hecho esperar. Considero que de este lamentable hecho para los padres de la niña mencionada, podemos sacar una conclusión. ¿conocemos a nuestros hijos? Las obligaciones que a diario tenemos, se vuelven nuestros más grandes problemas, sino priorizamos, eso es lo que nos hacen estar ausentes del crecimiento y desarrollo emocional de nuestros hijos, mientras nos afanamos en trabajar, y cumplir con nuestras obligaciones financieras, pasamos por alto que nuestros hijos ya crecieron y que los peligros a los que estos se enfrentan han cambiado y tomado diferente forma, como por ejemplo gracias a que nuestros hijos son “normales” en la etapa de adolescencia comienzan sus hormonas, a notarse más claramente con la atracción hacia su sexo opuesto. “hablando de normalidades”. Esto sin comprensión de parte de los padres puede llegar hacer un verdadero dolor de cabeza, tanto para ellos, como para sus hijos. Esta realidad afirma, que el conocimiento de Dios y su plan para la humanidad, es apremiante, para todos. Ya, que en las sagradas escrituras, encontramos los pasos a seguir para ayudarles a nuestros hijos, a que no resbalen, en caminos equivocados, o elegidos fuera de tiempo.
El libro de proverbios cita: Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo, no se apartará de él. Esto es una acción y un efecto, si como padres instruimos a nuestros hijos desde pequeños afirmando su identidad en Dios, estaremos tranquilos que ese conocimiento, a su tiempo dará su fruto. Pero note que la palabra dice “instruir” no “destruir” muchos padres que no toman el reto de dar la milla de más en pro de sus jóvenes, a la hora de un problema los destruyen, con castigos y palabras que se alojaran en el alma del acusado.
Para tener esto presente deberíamos escribir en la pared más visible de nuestra casa, el consejo de Colosenses 3:21. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten. Segura estoy de que viéndolo diariamente no lo olvidaran, y el tratar con atención y respeto a su hijo, será su diario vivir. Recuerde todos somos “deducibles” al buen trato, y más el corazón aventurero de nuestro hijo, o hija. Tengo el gozo en casa de escuchar la risa, enojos, inquietudes, y sueños, de mi última hija, una adolescente de 17 años. A la que considero mi mayor reto y motivación, para buscar en la palabra de Dios, el consejo oportuno, que ella pueda necesitar. Teniendo presente lo declarado en 1 Pedro 5:8. Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar.
Coloque en su lista de cosas por hacer como punto importante, el acercarse y escuchar a sus hijos, sin juzgarlos, y mucho menos criticarlos. Sino más bien, para brindarles consejos y recomendaciones, haciéndoles saber cuánto usted los ama y se preocupa por ellos. Esta práctica evitará que nuestros hijos quieran escapar de nuestra casa, e ir tras cortinas de humo.
Invirtamos tiempo en nuestros hijos, de quienes declara la palabra, son herencia de Dios para nosotros. Pero antes pongamos nuestra labor de padres en manos de Dios, y sigamos su consejo, para lograr así, una cosecha de hombres y mujeres, de voluntad firme en principios y valores.
¡Feliz Semana!