Thomas Jefferson (13 de abril, 1743 – 4 de julio de 1826) tenía un profundo aprecio por las enseñanzas de Jesus, pero además, Jefferson era hijo del Iluminismo. Como algunos de sus contemporáneos empíricos británicos que entronizaban a la razón y hacían de la lógica una reina y señora, Jefferson hizo lo mismo. Creía en el cambio del hombre por la religión.
En febrero de 1804, Jefferson tomó una hoja de rasurar y se puso a trabajar en su proyecto personal: Recortó sus pasajes favoritos de su Biblia y los pegó en dobles columnas en cuarenta y seis páginas. Jefferson incluyó las enseñanzas de Jesus pero cortó sus milagros. No creía en ellos. Cortó el nacimiento virginal, la resurrección y muchos de los actos sobrenaturales de Jesus. Esos detalles no le eran agradables a èl. Abrir ojos, resucitar muertos y añadir miembros al cuerpo no era para èl.
Para Jefferson, la muerte de Jesus termina en la tumba. Punto final.
Bueno, pero, ¿què tiene esto que ver con nosotros hoy en dìa? Yo no estaría escribiendo este artículo en este medio si no hubiera sabido que en nuestros tiempos también hay pastores que toman sus tijeras y recortan pasajes de la Biblia. No lo hacen físicamente pero lo hacen a propósito. No hablan de ciertos temas que les ponen la carne de gallina.
Son pasajes que les molestan. Que no van con su ética ni su protocolo personal.
Y les molestan porque ponen el dedo en la llaga. Las vidas de muchos siervos del Señor no están acorde a las enseñanzas de Jesus. Son hombres que se escudan bajo el estandarte de que “son solo hombres”, pero se olvidan que Pablo nos da el perfil que todo aquel que se nombra servidor del Señor o de su Reino, debe llenar.
“Por esta causa te dejé en Creta, para que pusieras en orden lo que queda, y designaras ancianos en cada ciudad como te mandé, esto es, si alguno es irreprensible, marido de una sola mujer, que tenga hijos creyentes, no acusados de disolución ni de rebeldía. Porque el obispo debe ser irreprensible como administrador de Dios, no obstinado, no iracundo, no dado a la bebida, no pendenciero, no amante de ganancias deshonestas, sino hospitalario, amante de lo bueno, prudente, justo, santo, dueño de sí mismo” (Tito 1:5-8)
¡Ah, pastor Berges! Usted sí que exagera. Eso era para los tiempos pasados, posiblemente me diga alguien. ¿Tiempos pasados? ¿O sea que la Biblia tiene caducidad? ¿En què momento la Palabra de Dios se hizo obsoleta para nosotros los cristianos? Esta bien que sea pasada de moda para la cultura del mundo actual, para los que quieren vivir sus vidas de acuerdo a sus códigos de conducta, pero no para nosotros los que somos los encargados de llevar a los hijos de Dios a su Presencia.
Què interesante que Pablo empieza su perfil mencionando algo que cuesta encontrar hoy en dìa. “Irreprensibles” Esto significa vivir vidas completas. Tanto fuera como dentro de la casa. La misma regla moral en público que en privado. Ser irreprensible quiere decir que no existe nada de lo que puedan culparlo o acusarlo, amigo pastor.
¿Difícil? Quizá, pero no imposible. Pablo no nos está pidiendo que seamos superhombres. No quiere extraterrestres predicando la Palabra de Dios. Quiere que nosotros, hombres de barro, hombres débiles y expuestos a las mismas tentaciones que el resto de los mortales vivamos vidas que estén acordes a nuestra confesión. Si esto no fuera posible la Palabra no nos pediría que lo hagamos. No podemos excusarnos diciendo que somos débiles, porque para eso tenemos la ayuda del Espíritu Santo quien nos fortalece y nos impulsa a cumplir la voluntad de Aquel a quien servimos.
Me gusta como se presenta Elías el profeta: “El Dios a quien sirvo”. Esa tarjeta de presentación hace que uno se vea empequeñecido. Pero no es pretexto para tratar de alcanzar ese nivel. Por lo menos intentarlo.
Es por eso que es tan fácil eliminar de la Biblia pasajes que según algunos de nosotros ya no tienen actualidad.
Ya no se predica de santidad. Ya no se habla de consagración. Mucho menos se predica de vivir según la Palabra de Dios. Es cierto, se están ganando almas, pero, ¿para què? ¿Para que sigan viviendo sus mismas vidas dobles que viven en el mundo? Jesus no dijo que fuéramos a ganar almas para llenar sillas de iglesias. Èl dijo que fuéramos a las naciones e hiciéramos discípulos. ¡Ah! pero también dijo algo que muchos han recortado con sus tijeras: “Y enséñenles todo lo que yo les he enseñado”.
Claro, para saber què es lo que Jesus nos ha enseñado debemos escudriñar la Palabra. Estudiar sus enseñanzas, retos y desafíos.
Pero seamos sinceros: nos gusta predicar porciones que no confronten. Que no golpeen el ego de los asistentes al templo. Que no ofendan a los amigos del Evangelio para que no se vayan al mundo… ¿Acaso no viven ya en èl después de salir de los dinteles de las puertas de la Iglesia?
Estamos utilizando cuchillas de afeitar, amigos, lo estamos haciendo.
Por lo menos Thomas Jefferson tuvo el valor de mandar a imprimir su propia Biblia. Nosotros llevamos la Palabra completa bajo el brazo pero en lo privado recortamos lo que no nos agrada.
¿Se predica contra el adulterio de los pastores? No. Ese pasaje esta censurado.
¿Se predica que el hombre debe ser esposo de una sola mujer? No. Pasaje censurado.
¿Se predica contra el lenguaje soez entre los servidores del Señor? No. Pasaje censurado.
¿Se predica que la mujer debe respetar a su esposo? Pasaje censurado.
¿Se habla que las jovencitas deben ser mujeres de un solo hombre? Pasaje censurado.
¿Se habla que los músicos deben vestirse adecuadamente cuando sirven al Rey? Censurado.
¿Se enseñan buenos modales entre los hermanos? Censurado.
Debemos volver a las raíces del Evangelio de Jesucristo y abandonar nuestro propio evangelio. Nosotros estamos censurando la Palabra al no hablar de todo lo que Jesus enseñò. Poner la otra mejilla ya no se menciona. Ir la segunda milla, ni se sabe que exista ese pasaje. Honrar a los padres es algo del pasado. Que los hombres amen a sus esposas ni se diga.
Y podría seguir. Pero mejor lo dejo aquí para no seguir machucando callos. Usted me entiende, amigo, usted me entiende.