“Y sucederá que después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne; y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros ancianos soñarán sueños, vuestros jóvenes verán visiones.”(Joel 2:28)
Parece que no fuera cierto, pero tristemente hoy en dìa la Iglesia del Señor ha estado mutilando al Espíritu Santo. Claro, es un lenguaje coloquial aunque muy cierto.
La falta de la Presencia del Señor en nuestras reuniones ha ocasionado que la Iglesia se corrompa no solo moralmente sino espiritualmente.
La Escritura dice que el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad. Pero, ¿es cierto esto? ¿Hay libertad en nuestros cultos realmente? ¿Estamos dejando que el Espíritu haga lo que Èl desea hacer en medio de su pueblo o lo estamos segmentando a nuestro sabor y antojo? ¿Le cantamos lo que Èl quiere escuchar o lo que a nosotros nos gusta?
No es un secreto que muchos pastores no permitimos que el Señor haga lo que Èl desea hacer. Por eso ya no hay sanidades, milagros ni portentos en medio de la congregación. Estamos más orientados a buscar la plenitud en las cosas del mundo que en las cosas del Reino de Dios. Todo se debe a que no entendemos a la Persona del Espíritu Santo. Al hablar de Èl, me estoy arriesgando a ser juzgado por los grandes pastores del paìs aduciendo que quien soy yo para tocar este tema.
Pero es que alguien tiene que poner el dedo en la llaga.
Lo cantamos, lo oramos, lo pedimos y hasta ponemos caras tristes cuando le pedimos al Señor que nos visite. Pero hipócritamente, cuando Èl se quiere hacer presente en nuestras reuniones, no lo queremos completo.
Queremos una parte solamente pero no todo. Es como decirle: Ven, Espíritu Santo, ven pero no queremos que nuestras hijas profeticen. No queremos que nuestros hijos nos digan la verdad bajo tu influencia. No queremos que los ancianos sueñen sueños que nos perturban. No queremos que los demás vean visiones que nos aterran. Te queremos a Ti, Señor, pero no queremos tus dones.
¿Què hacemos entonces? Le prohibimos al Señor a quien decimos adorar, a quien decimos servir y quien ha tenido misericordia de nosotros a que haga lo que bien le parezca. Tenemos un orden para nuestros servicios, tiempos medidos para los cantos, tanto tiempo para los anuncios de la semana y tantos minutos para la Palabra.
¿Y para Èl? ¿Què tiempo le dejamos al Señor para que nos hable? ¿Cuántos minutos le permitimos que nos revele nuestras conductas pecaminosas y nuestros pecados ocultos? ¿Cuanto le dejamos al Señor de la Iglesia para que nos señale quien, como Jonas, esta durmiendo en sus delitos y pecados echando a perder nuestro elegante y precioso barco? Pero claro, no podemos perder “el control del culto”, como si el Señor fuera un Dios de desorden cuando Èl mismo nos enseña que El es Dios de orden.
Porque aunque en el Colegio de Teología nos enseñan que el orden de Dios no es nuestro orden, ya ordenados pastores y líderes de la congregación no permitimos el más leve “desorden”, así se trate del mismo Señor de Señores.
Es una triste realidad que la Iglesia de hoy en dìa no tenga el poder de transformar vidas. Es cierto, están llenas de gentes cantando coritos, asistiendo a todos los cultos de la semana, aman las vigilias porque siempre hay comida gratis, al final de la misma hay buses que los van a dejar a sus casas sin ningún esfuerzo de su parte, pero sin el Poder del Señor en esa reunión todo fue para poner paliativos, se aplican placebos espirituales a las almas que salen como entraron. Sin una experiencia que les cambie sus paradigmas. Sin el Poder del Señor de la Casa que se derrame sobre ese pueblo sus conductas siguen siendo las mismas.
Disculpen, hermanos pastores, pero hoy la Iglesia más parece un desfile de modas, parece más un club social en donde hay de todo muy elegantemente pero muy poco de sustancia. No hay transformación espiritual. La gente sigue con sus mismas costumbres. Sigue con sus mismos vicios escondidos porque no hay un Espíritu de Verdad que los guíe a Jesus y los confronte con su realidad íntima y vergonzosa.
Jesùs mismo lo dijo: “Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, El os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho” Aquí está el meollo del asunto. Podemos predicar buenos sermones. Podemos llevar buenos artistas al púlpito. Podemos bosquejar perfectamente la Palabra. Podemos hacer gala de nuestra mejor palabrería, pero sin la Presencia consoladora del Espíritu Santo, no hay quien enseñe la Verdad. Porque solamente Èl puede convencer de juicio y de pecado.
Saquemos al Señor de nuestra teología y ¿que nos queda? ¿Quien nos llevará a la Verdad? ¿Quien nos recordará lo que enseñò Jesús en sus tiempo terrenales? ¿Quien se hace cargo de la Iglesia si Èl es el nombrado para llevarnos a la misma Presencia del Padre?
No estoy hablando de lenguas, mis queridos teólogos. No estoy hablando de temblores ni zapateos ni nada con lo que hemos estigmatizado al Espíritu Santo. Estoy hablando de Su Poder transformador. Estoy hablando de que sin su ayuda seguiremos siendo los mismos evangélicos sin poder para llevar su Presencia a las mismas tinieblas del infierno.
Eso es lo que está provocando que cada dìa haya menos personas que crean que el Evangelio de Cristo cambia. Que haya menos hijos que se convenzan que su padre o su mamá están siendo transformados por el Poder del Señor en sus vidas. Jóvenes que están prefiriendo la compañía de sus amigos homosexuales y lesbianas en lugar de congregarse bajo un púlpito que les enseñen la Verdad que es Jesus.
Da tristeza y pena como le hemos fallado al Señor que nos llamó de las tinieblas a su Luz admirable para mostrar SUS virtudes y no nuestros feos y horribles defectos.
Ven, ven ven, Espíritu de Dios… Pero no vengas a cambiar nuestras rutinas por favor…
Todo lo que el Espíritu Santo le inspiró a escribir, es muy cierto. Muchas «lenguas» al orar, al predicar,etc. y ninguna transformación de adentro hacia afuera. Dios merece toda adoración y reverencia de su pueblo en donde quiera que nos encontremos, no solamente en la Iglesia de cuatro paredes.
Gracias Papá interesante mensaje , como todos los anteriores, sea el Señor dando siempre esa revelación.
Dios le bendiga
Gloria a Dios por este mensaje porque realmente si no dejamos de ser religiosos no será posible permitirle al Señor que haga lo que Èl desea hacer en nuestras vidas, ya que realmente estamos más orientados a buscar la plenitud en las cosas del mundo que en las cosas del Reino de Dios. Muchos sin lugar a dudas nos hemos convertido solo en asistentes a un culto y no se ven los frutos de tanta palabra recibida. Gracias por ser un buen amigo y padre espiritual y no sólo el Pastor de la iglesia en la cual me congrego.