2 Crónicas 15:16-17 “…y Asa derribó la horrible imagen, la hizo pedazos y la quemó junto al torrente Cedrón. Pero los lugares altos no fueron quitados de Israel…”
El rey Asa es uno de los reyes de Israel que quedó como un paradigma de la consagración a Dios. Hizo reformas que muchos de sus ancestros no se atrevieron. Tuvo el valor de destituir a su propia madre de ser reina por su mala conducta delante del Dios a quien èl quería honrar.
Fue un paso muy valeroso. Podríamos decir que su corazón estaba totalmente dispuesto a honrar al Dios que lo había honrado a él.
Pero, a pesar de todas las reformas que hizo entre su pueblo, hubo algo que no logró hacer: quitar los lugares altos.
¿Que eran los lugares altos? Eran unos montículos en donde los cananeos ofrecían culto y sacrificios a sus dioses paganos. Y esa costumbre la habían adoptado muchos en Israel, de tal manera que se había vuelto una costumbre oculta que además de ofrecer sacrificios al Dios de Israel en sus altares, también iban a esos “lugares altos” a ofrecer sus propios sacrificios a sus dioses personales y privados en los que creían.
¿De qué estamos hablando aquí? De doble moral. El rey Asa, como muchos otros, no pudieron erradicar esos lugares. Estaban tan escondidos entre los caminos de su pueblo que era muy difícil encontrarlos. Eran senderos tan secretos que solo la gente que los utilizaba sabía por donde subir a esas colinas a escondidas y entregarse a sus cultos idolátricos.
Hoy, muchos podrían decir que esos “lugares altos” ya no existen. Pero es un craso error creer que porque estamos en una congregación en donde se cantan himnos al Señor, diezmamos y hacemos obras de caridad, esa doble moral no se practica.
Pero, ¿qué de las costumbres paganas que todavía practicamos ciertas fechas del año? ¿Qué decir que para los campeonatos de futbol muchos dejan de asistir a la Iglesia para quedarse en su restaurante favorito gritando maldiciones al árbitro y a los jugadores que no son de su gusto con un par de cervezas en su mesa? No nos engañemos, queridos lectores, no nos engañemos porque nosotros también tenemos nuestros “lugares altos” en donde nos rebajamos a niveles del peor paganismo que existe el cual es el amor excesivo a nosotros mismos…
Amamos nuestros cuerpos. Invertimos tiempo y dinero en rebajar libras para parecer más delgados porque así lo mandan las últimas tendencias. Y, claro, no es ningún pecado ser delgado excepto cuando rebasa la línea de lo sano para convertirse en idolatría del cuerpo. Bulimia. Amamos el dinero y nos volvemos acumuladores negándonos a compartir con los que no tienen, desobedeciendo lo que nos dice la Palabra del Señor que nos ordena no depender de Mammón. No podemos dejar esos “lugares altos” en donde la pornografía es uno de los dioses de este siglo, el sexo ilícito, las amistades blasfemas y conversaciones profanas con los compañeros de trabajo o estudio, e, incluso y vergonzosamente, con los mismos hermanos del ministerio.
Esos lugares altos en donde se reúnen un grupo de mujeres servidoras de su iglesia y se deleitan en chismes y críticas a otras que no comparten su grupo. Las que en su fuero interno critican en silencio la ropa, el color o el cuerpo obeso de quienes llegan a la iglesia.
Esos lugares altos son los que muchos visitan de noche para solazarse con las personas que se depravan en lo inmoral. Los lugares altos son los malos tratos que se dan en las familias escondidos en sus cuatro paredes y en donde solo Dios y ellos saben qué están adorando. La fuerza bruta. Los insultos y ultrajes a sus cónyuges. Los tratos inhumanos a sus hijos o familiares más cercanos. Sus caracteres violentos e insolentes. Sus miradas cargadas de odio. Sus relaciones amor-odio. Sus complejos de superioridad. Sus comidas en silencio rencoroso y sus tratos llenos de aspereza.
Los lugares altos son los que algunos ministros del Altar visitan en sus días de vacaciones gozándose a través de sus ojos lujuriosos con las pieles femeninas que se muestran en abundancia en las playas.
Los lugares altos son los que algunas hermanas visitan en las noches cuando regresan del culto a tiempo para ver sus telenovelas e imaginarse al galán bien maquillado como si fuera su hombre. Los lugares altos son los que algunas jovencitas mantienen ocultos en sus celulares en donde guardan las fotos de sus novios semidesnudos intercambiando sus propias “selfies” poniendo en peligro su pureza e integridad espiritual.
Los lugares altos son aquellos lugares a donde vamos sin que nadie se dé cuenta y nos enrolamos en pláticas anticristianas llenas de lenguaje libidinoso y vulgar.
El Rey Asa fue un hombre como nosotros. Hizo muchas cosas buenas en su reinado. Quitó baleas, Aseras, ídolos abominables y muchas depravaciones más. Se esmeró en agradar a Dios cuanto pudo. Fue un hombre de oración. Según nuestros parámetros, podríamos decir que fue un hombre de púlpito. De vibrante mensaje. Ganaba almas para el Señor. Cuidó mucho su relación con el Señor. Incluso, indujo a muchos a consagrarse a Dios.
Pero… no quitó los lugares altos.
Para ponernos a pensar! y claro, ponernos manos a la obra y sincerarnos con Dios y admitir que hemos sido permisivos en ciertas áreas de nuestra vida y rendirlas a los pies de Cristo. Reto muy difícil de aceptar pero vital para nuestras vidas. Como siempre, de mucha bendición, Pastor!!
Cierto, muchos somo Cristianos pero No tomamos la desicion de Derribar Nuestros lugares altos. Los de nuestras almas, los de de nuestros sueños, los que Heredamos e nuestros padres.
Que Dios nos ayude a vernos hacia adentro, de ver el reflejo Real de un espejo….. Nuestro interior…. Ese es nuestro altar y alli SOLO EL ESPIRITU SANTO. Como la Palabra dice ESCUDRIÑAME Y LIMPIAME hasta los huesos. Que nuestro buen Dios tenga a bien mirarnos con misericordia y nos purifique con el hisopo de su amor. PERO ES NUESTRA DECICION RENDIR VOLUNTARIAMENTE NUESTA VOLUNTAD. Ese Si es un lugar muy alto.