Juan 2:4 “…Todavía no ha llegado mi hora”
Somos tan humanos que no nos damos cuenta lo que realmente necesitamos. Especialmente los hombres…
En este pasaje Jesus ha sido invitado junto con su madre y algunos de sus discípulos a una boda. Todo esto tranquilo, aparentemente. Los invitados están dentro de la casa disfrutando de las pláticas, los chismes y las comidas.
Los novios ni se diga. Fotos por aquí, fotos por allá. De mesa en mesa recibiendo las felicitaciones de los invitados que se esmeran por hacerles sentir bien. Todo está yendo de maravilla. Aparentemente.
Porque Marìa, ¡cuando no las mujeres! se da cuenta que en esa fiesta hay una situación que se volverá un terrible problema. Y el problema serà para el novio quien ni cuenta se ha dado de lo que se le avecina. Igual que con los hombres de hoy: no se dan cuenta que su hogar está a punto de sufrir un colapso. Que en el colegio de sus hijos se está fraguando una expulsión por mala conducta de uno de sus críos. No se ha dado cuenta que su esposa ya está pensando en dejar el nido por falta de amor. Por falta de abrazos y palabras cariñosas. El hombre no se ha dado cuenta que le cortaron la luz hace un mes, que ya no hay comida en la refri. Que el concentrado para el perro se terminó y hace ya semanas que el pobre animal este ayunando.
El novio de la historia del evangelio de Juan está feliz allá adentro, disfrutando del oropel del momento. No sabe que la vergüenza amenaza su fiesta. Se acabó el vino y los invitados todavía están llegando. Nadie lo ha notado, excepto una mujer con ojos femeninos, -valga la redundancia-. Y Marìa le dice a su Hijo que haga algo para que el novio no sea acusado de tacaño por no haber suplido el suficiente vino para su boda. Marìa le pide a Jesus que haga algo para que la fiesta continúe y que no se eche a perder por ese error. O descuido.
Es más, ni el encargado de protocolo se ha dado cuenta. Aparentemente todo está bien. Igual que hoy en muchos hogares. En la superficie todo parece tranquilo. La esposa sigue estando ahí cocinando y limpiando la casa pero en su corazón hay una tormenta que amenaza la armonía del hogar. Ultimamente ya no escucha música cristiana sino aquellos boleros de su juventud. Los hijos están llegando muy noche y nadie les dice nada. Los recibos se están acumulando bajo los imanes en la puerta de la refri y nadie los cancela. Las letras del carro se están atrasando. La maquinaria de los embargos ha empezado a girar y muy pronto llegarán los avisos. Pero por el momento la fiesta sigue su curso. El ejecutivo sigue con sus reuniones de alto nivel.
Los hijos siguen comiendo hamburguesas en el centro comercial. La esposa continúa con su tren de vida viendo sus telenovelas y comentándolas con sus amigas. En Caná Los novios están celebrando su boda y los invitados están gozando del momento.
Solo hay una persona entre todas que no está tranquila. Es Marìa. Jesus, escuchando lo que le dice su mamá, muy educadamente le expresa las palabras ya conocidas: “Todavía no ha llegado mi hora.”.
¿A que hora se refiere Jesus? ¿Cual es su hora? Los teólogos han hecho un sinfín de comentarios a esta frase. Que si es mala educación la respuesta, que si Marìa no tiene nada que ordenarle al Hijo de Dios, que si Jesus no vino a hacer vino a la tierra, que si esto, que si aquello.
Pero viendo con lupa el asunto, creo que Jesus nos está dando una hermosa y gran enseñanza a todos los hombres de todas las épocas.
Y es que este novio, al igual que muchos de nosotros ha descuidado algo. No ha supervisado su fiesta, es decir, no ha cuidado su casa. No ha protegido su hogar y se ha ido a la fiesta de la vida muy quitado de la pena para que otros se encarguen. Es el prototipo del pastor que se ha dedicado a cuidar su púlpito pero ha descuidado lo más importante que es el orden de su casa. No ha revisado la refri para ver si falta algo. No se ha dado cuenta que el papel higiénico ya casi no alcanza para todos. No se ha dado cuenta que su esposa hace meses que no va al súper por falta de recursos. Que la comida escasea. Es cierto, hay un montón de Biblias en su casa pero poco pan. No se ha dado cuenta que las deudas se están acumulando. Su esposa ya se lo dijo pero èl no ha hecho caso por estar muy ocupado edificando viñas ajenas y descuidando la suya.
La hora de Jesus es entonces: Marìa, debo dejar que el novio se de cuenta que necesita ayuda. No ha llegado mi hora de actuar porque si lo hago sin que èl pida, se acostumbrará a que otros le resuelvan sus problemas. Mamá, no ha llegado mi hora de hacerle el milagro de lo que falta porque este hombre no se ha dado cuenta que no todo es fiesta. Este hombre -puede ser usted o yo-, no se ha dado cuenta que su hogar está empezando a irse a pique. Este hombre cree que todo es fiesta mientras que la realidad es que falta algo que arreglar.
No ha llegado mi hora significa: Debo permitir que èl vea que no es autosuficiente. Que no todo se arregla con dinero. Que sus cálculos matemáticos no son los mismos que del Reino de Dios. Este hombre tiene que aprender a pedir, a humillarse y a dejar su orgullo por un lado y reconocer que sin Mi nada puede hacer…
¿Ingratitud? ¿Indiferencia? ¿Crueldad? ¡No! Mil veces no. Es el amor en su más pura expresión. Jesus espera que nos demos cuenta que no importa que seamos “muy” hombres, necesitamos doblar la cerviz y humildemente pedir su ayuda. Reconocer que solos no podemos mantener el vino del gozo y la paz en nuestras vidas y en las de nuestros seres queridos…
Así de sencillo.
Gracias a Dios que hay una voz por aquellas que callamos y lloramos por esta situacion, esperando que Alguien nos escuche. Gracias a Dios que hay una mano que puede escribir lo que el corazon muchas veces quiere gritar y no lo hace…. por amor.
Gracias.
«Necesitamos doblar la cerviz y humildemente pedir su ayuda. Reconocer que solos no podemos mantener el vino del gozo y la paz en nuestras vidas y en las de nuestros seres queridos»