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domingo, noviembre 24, 2024

Dos nombres

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Isaias 44:1 “Mas ahora escucha, Jacob, siervo mío, Israel, a quien yo he escogido.”

Aquí hay para todos, no se preocupen. Porque todos tenemos dos nombres. Nos guste o no, siempre habrá algo que nos recuerde el nombre que teníamos antes de conocer a Jesus como nuestro Señor y Salvador.

En nuestras casas, nuestros padres o esposas conocen perfectamente quienes somos. Hay una raíz en nosotros que no podremos desprendernos de ella a menos que pase mucho tiempo y mucho esfuerzo en cambiar los paradigmas.

Esta idea surge de la historia de Jacob. Todos sabemos quien es Jacob, què significa su nombre de pila, què lleva aparejado el significado de su nombre. Trampas, trucos, mentiras, engaños y muchas cosas feas más.

Y un día se le aparece un varón en un vado. Jaboc. Después de un periplo de casi veinte años trabajando, engañando y siendo engañado por Laban, logra salir de allí con cierto rencor, miedo y sentimientos de fracaso. Su hermano Esau lo está esperando al otro lado de la frontera y Jacob tiene miedo porque sabe que dejó algo pendiente de arreglar entre ellos hace varios años atrás.

Pasa la noche meditando en lo que le espera. Esta buscando desesperadamente una solución a su problema familiar. Utiliza sus mismos métodos de persuasión para evitar que su hermano lo mate como había dicho la última vez que se vieron. Usa sus recursos financieros para chantajearlo y causar en él una impresión que le favorezca. Pero parece que nada de eso va a funcionar por eso el Señor envía su Mensajero para que lo cambie. Para que haga una transformación en su vida, su carácter y su personalidad como nunca antes Jacob se había imaginado.

Y le cambia nombre. Ya no será Jacob el mentiroso y tramposo. Ahora se llamará Israel. El vencedor. El victorioso. Un hombre nuevo.

Sin embargo, y aquí viene el asunto en el cual nos parecemos a este hombre con dos nombres: ¿Por qué a veces en la Biblia aparece el Señor nombrando a Jacob unas veces y a Israel otras? ¿Serà la misma persona? ¿Acaso Él mismo dijo allá en Jaboc que ahora se iba a llamar con otro nombre? ¿Por qué le sigue llamando Jacob? Aquí tiene que haber algo encerrado.

Y, según los estudiosos de los misterios bíblicos, nos explican que Dios no nos pierde de vista. Cuando nos portamos mal, somos Jacob. Cuando hacemos cosas buenas, somos Israel. Por eso en Isaías llama a Jacob “siervo mío” y luego le dice “Israel, mi escogido”.

Cuando somos vencidos por el pecado somos Jacob. Cuando andamos en caminos sublimes y santos, somos Israel. Es la eterna lucha de Saulo. El viejo hombre dentro de nosotros.

Esto nos lleva a este asunto: ¿Como nos comportamos la mayoría de las veces? Seamos sinceros: En el mundo en que antes vivíamos teníamos un nombre. Tramposos, adúlteros, fornicarios, mentirosos, divorciadas, abandonadas, gritonas y otras chuladas más. Y cuando venimos al Reino de Dios cambiamos de conducta. Ahora somos santos, pueblo escogido por Dios para mostrar Sus Virtudes. Ahora somos luz para el mundo y sal para la tierra. Ahora. Pero, ¿siempre lo somos? ¿No se nos escapa la carne o el viejo hombre en situaciones inesperadas? Esposos: ¿Siempre podremos ser llamados Israel con nuestras conductas en privado con nuestras esposas? ¿O que tal cuando estamos solos en un centro comercial y los ojos se nos desvían de la santidad?

¿Como actúa, usted, hermanita en el circulo íntimo de su congregación? ¿Ya no hay chismes, críticas, malas miradas, celos y contiendas con otras mujeres de su entorno? ¿O en su oficina a la hora del café frente a la fotocopiadora? ¿Cubre usted su escritorio con un cartón para que los muchachos no le vean las piernas o “que le importa”?

Y, por supuesto, amigos pastores: ¿En donde ponemos los ojos cuando las hermanas se postran frente al Altar bajo nuestros púlpitos y descuidadamente se les ve su ropa interior? ¿Estamos en ese momento siendo Jacob o Israel? ¿Aun bajo la unción del mensaje? ¿Es posible eso? Bueno, juzguemos nosotros mismos.

¿Cómo nos llaman nuestros hijos? ¿O nuestros vecinos? ¿O compañeros de trabajo o ministerio? Es más: ¿Cómo nos llama Dios? ¿Siempre somos sus escogidos, sus hijos y la niña de sus Ojos? ¿O hay tiempos en que nos llama Jacob?

Mmmmm, buena pregunta, ¿no creen mis queridos lectores?

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