por Pastor Mario Vega/Misión Cristiana Elim
Hace diez años hablar del tema de la prevención de la violencia era considerado tener una posición blandengue y de simpatía con las pandillas. Hoy, después de mucha reflexión, insistencia y, sobre todo, después de los resultados desalentadores que han producido las diferentes políticas de mano dura, finalmente ha quedado instalado el concepto de prevención como totalmente razonable y valedero. Finalmente se ha comprendido que la prevención de ninguna manera excluye la persecución legal del delito como simplonamente se interpretó por años.
El tema de la prevención ahora es una constante en el discurso de los cuatro candidatos a la presidencia. Ninguno de ellos tiene más una propuesta de incremento de las acciones represivas. No obstante, es importante que cada uno de ellos aclare lo que entiende tanto por prevención como por represión.
Si por prevención de la violencia se entienden acciones tan dispersas y superficiales como el borrado de grafitis, iluminación de una calle, piñatas comunitarias o festivales bailables sin duda que no se logrará ningún tipo de mejora. La prevención auténtica es aquella que va dirigida a resolver las raíces de la violencia, las cuales, son las condiciones de marginación y exclusión en que viven las mayorías. Para que la prevención sea efectiva debe ser focalizada, es decir, debe concentrar su esfuerzo en los municipios y sectores donde se produce la mayor incidencia de factores de riesgo que esencialmente son los índices de homicidios combinados con los de exclusión. Además, la prevención debe ser integral, con una coordinación interinstitucional gubernamental asociada a las entidades ciudadanas que, de manera directa o indirecta, trabajan en prevención de la violencia.
Si se repite que la violencia es multicausal, la prevención debe entonces atender a esas múltiples causas. El atender una causa para luego pasar a otra es decantar el fenómeno de la violencia de un punto a otro. Por ello, debe ser atendida en todas sus aristas de manera simultánea. Se deben atender al mismo tiempo todas las condiciones que provocan el sentimiento de humillación en los niños. No dejar lugar para que se desarrolle el patógeno de la violencia.
Finalmente, la prevención debe ser persistente. Se trata de una labor de sembrar y cosechar. No hay atajos, los resultados serán notorios hasta que se forme una nueva generación de jóvenes que hayan disfrutado de oportunidades reales de vida. Precisamente porque la prevención toma tiempo, se necesita ir más allá de una administración presidencial. El tema de la seguridad ya no puede continuar manejándose electoralmente y debe pasar a un enfoque de política de nación.
De igual manera es importante que los candidatos especifiquen lo que entienden por represión. Si con ello se refieren a una persecución del delito que no observa protocolos ni el respeto a los derechos humanos, principalmente el de la vida, no se llegará muy lejos con el esfuerzo.
Todo lo que se pueda hacer en el campo de la prevención se vendrá abajo al continuar con una persecución violenta e igualmente criminal. La prevención debe estar fundada en la inteligencia y en la identificación científica de los responsables de crímenes y asesinatos. Una persecución basada en la detención de los culpables no se vuelve repulsiva para los ciudadanos, lo que permite ganar la batalla por la conciencia de las comunidades. Solo así la policía será vista como una garantía de protección y no como una amenaza a la que se le teme más que a las mismas pandillas.