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lunes, diciembre 23, 2024

La caravana por la vida

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Por: Mario Vega / Pastor General Misión Cristiana Elim

La nueva caravana que avanza hacia la frontera sur de los Estados Unidos es una dramática expresión de las desesperantes condiciones en que las grandes masas viven en el Triángulo Norte de Centroamérica. Independientemente de quiénes sean las personas tras la organización de estos movimientos, el hecho real es que esos millares de peregrinos no hubieran emprendido tan sufrido y peligroso viaje si no fuera porque sus condiciones de vida en sus países son menos tolerables y menos seguras. Las caravanas son una válvula de escape a las condiciones insoportables en que viven, como lo ha sido el interminable flujo migratorio de las últimas décadas. Esas condiciones han llegado a alcanzar niveles tan deplorables que ni las barreras físicas, ni los contingentes antimotines, ni los ríos, ni las incomodidades, ni los carteles de la droga, ni las amenazas extranjeras han podido disuadirles.

Estas expresiones tan masivas, espontáneas y aguerridas de las masas empobrecidas pueden ser presagios de futuros estallidos sociales. Hoy la furia es en contra de la desigualdad, las fronteras y las burocracias. Mañana puede ser en contra de los gobiernos, las elecciones y la exclusión perenne. Se agotó la paciencia y la capacidad de tolerar los engaños y malos tratos. La caravana hoy espeta en la cara del mundo que se acabó la tolerancia hacia el fraude, la corrupción y la desvergüenza. Las ideologías les salen sobrando y lo que sí tienen claro es que quieren trabajo, medicinas, educación y seguridad. Hoy, al caminar, muestran que están ya cansados de esperar y que prefieren arrebatar las cosas por sí mismos en lugar de esperar a que a alguien se le plante escucharles. Las advertencias de que la ruta de los inmigrantes es incierta y peligrosa no detendrán a las caravanas públicas y a los migrantes clandestinos. Solo quien desconoce la dura realidad de su día a día y lo que representa el vivir y morir en los barrios puede pensar que tales advertencias surtirán efecto. Ellos prefieren marcharse con sus niños, sus embarazos y sus limitaciones físicas. Cualquier cosa es preferible al hambre y a las amenazas criminales.

Un escándalo humanitario como el de la caravana no puede ser ocultado y tampoco puede ser explicado con absurdos. Es una señal de los tiempos que debe ser interpretada y asimilada. Hemos llegado al punto en que lo único que podrá aliviar la presión y la impaciencia es que se realicen los cambios estructurales que permitan mejoras notables en las condiciones de vida de las mayorías. Eso implica el interés y la capacidad en los funcionarios de elaborar un plan visionario para alcanzar el desarrollo. También requiere la integridad y las competencias para ejecutarlo. Se debe ir más allá de la retórica y ponernos serios con el sufrimiento de los descartables. Lo que menos necesitamos son ególatras prepotentes, promesas de jardinería, planes de gobierno sobre asuntos periféricos que no van a la raíz de la problemática y que solo prolongarán la lenta agonía de un pueblo que se ha cansado de escuchar discursos. Ya no más propuestas cosméticas como los cosméticos sobre la cara de quienes se presentan como redentores. Es la hora de las masas, no hay liderazgos interesados, solamente un pueblo que se abre camino por sí solo, paso a paso, venciendo las barreras, burlando las fronteras.

 

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