Es parte de nuestra naturaleza humana señalar a otros cuando los problemas se incrementan en cualquier área de nuestra vida, y las situaciones conyugales no son la excepción. La frase “él tiene la culpa o ella tiene la culpa” son las primeras que se escuchan cuando de resolver el problema se trata, en vez de cada uno concientizarse en la parte que le corresponde y trabajar con ello en pro de la armonía conyugal.
Ciertamente la relación matrimonial es entre todas las demás, la que más demanda de nuestra paciencia, amor, misericordia, perdón y compromiso. Todos los días, Dios lo sabe por eso nos brinda una guía específica, en su palabra escrita, referente al comportamiento que ambos cónyuges deben de practicar en dicha unión. Ignorar uno solo de sus consejos, nos coloca en zonas de riesgo ¿puede imaginarse lo que significa ignorar todo el guion de Dios para el matrimonio? Eso dará paso a la ruptura de ese pacto, mejor conocida como divorcio.
Según la firma británica de abogados Slater &Gordon, una pareja pasa 24 meses y 12 días pensando en el divorcio antes de tomar la decisión. Ambos cónyuges platican con familiares y amigos, acerca de sus problemas conyugales, y luchan por salvar su unión, pero muchos son los que fracasan en el intento. Entre las razones que llevan al divorcio el estudio enlista la infidelidad, falta de comunicación, problemas económicos, y frecuentes desilusiones. Sin embargo, existen miles de parejas con estos problemas o similares que si logran ganar la batalla y viven felices compartiendo su vida juntos. ¿Qué es lo que hace la diferencia entre las parejas? El compromiso que adquirieron delante de Dios o testigos el día que celebraron su unión, Ya que al casarnos debemos de despojarnos del yo, y aprender a construir un “nosotros” sabiendo que no somos los únicos responsables de la felicidad de nuestra pareja, pero si somos responsables de esforzarnos por sumar a su vida, y hacer la parte que nos corresponde, para que Dios haga la suya, ya que suyo es el poder para cambiar pensamientos y conductas equivocas.
Recordar los votos matrimoniales que hicimos es clave para recordar el compromiso adquirido y trabajar en honrarlo, que es lo que olvidamos cuando tomamos la decisión de separarnos. Porque tal y como dice la palabra de Dios el amor no se termina el amor nunca deja de ser (1Corintios 13:4-8) El amor no se termina, el enamoramiento sí. “Salvo en contadas excepciones”
Casi todos los votos matrimoniales dicen más o menos lo mismo… Yo te acepto a ti como mi esposa o esposo, prometo serte fiel en lo prospero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, amarte y respetartetodos los días de mi vida. Resumiendo, esto, podemos decir que desde ese momento aceptamos ser compañeros, cómplices, enfermeros, amantes, aceptamos ser para el otro su pareja, y desarrollar el rol que nadie más puede ni padres, mejores amigos, jefes, y mucho menos nuestros hijos, debemos comprender que somos el par de nuestro cónyuge, en las buenas y en las malas. Y esto no depende de si subimos de peso o no, si perdemos la frescura de nuestra piel, o el brillo intenso de nuestra mirada. Como tampoco la fidelidad depende de aspectos físicos. Los contrayentes y especialmente los creyentes compartirán aspectos íntimos en lo físico, así como también en lo emocional y espiritual.
Considero que recordar y revisar como estoy yo, dando cumplimiento a lo ofrecido es clave antes de pensar en divorcio. Diferencias, siempre tendremos y no lo podemos evitar, pero lo que si debemos y podemos evitar es que esas diferencias se conviertan en tormentas destructivas.
Lo que Dios unió no lo separe el hombre.