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viernes, mayo 3, 2024

Vete en paz

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Lucas 7:50 “… vete en paz”

Indudablemente el deseo de Dios para todos sus hijos es que vivan en paz. La paz que Dios nos ofrece es una paz que sobrepasa todo entendimiento. ¿Cómo es posible que en medio de una sociedad corrupta por el pecado y la maldad podamos tener paz? ¿Cómo explicar que en medio de una sociedad dominada por el terror, el miedo y la muerte podamos caminar y  dormir en paz? Eso no se entiende si no se conoce la Paz que solo Dios puede dar.

Lo irónico de esto es que el mundo no la quiere. Quiere la paz mental, la que adormece los sentidos. Es la paz griega. El individualismo, la inteligencia, los altos estudios, las maestrías (que no son pecado), los doctorados. Los programas de televisión. El sexo. Lo oculto. Otros prefieren la paz romana. La de la violencia. La de la bota y el fusil. Mientras haya un arma cargada contra alguien allí habrá paz. La paz del látigo y el insulto.

Pero no es así con Jesús. Jesús trajo una Paz que solo puede venir del Reino de Dios. Y para poderla vivir hay que pertenecer a ese Reino. Y en ese Reino hay un Rey. Un soberano que exige fidelidad y lealtad. Eso fue lo que Jesús trajo en su primera venida. Vino a traer su Paz. Liberaba y sanaba a la gente y luego los enviaba en paz.

¿Por qué en paz? Porque esta gente enferma, lisiada, llena de llagas y paupérrimos eran personas rechazadas de la sociedad de su tiempo. Eran personas non gratas en los círculos sociales de su vecindad, de su casa y en el Templo en donde los sacerdotes los excluían por estar “sucios” y no aptos para adorar al Dios que los estaba esperando para recibir de ellos sus ofrendas y sacrificios.

“Vete en paz” significa: Anda y camina entre la gente común. Anda y vive plenamente la vida que el Padre te ha dado. Anda y come entre los sanos, los que están libres de las ataduras de la enfermedad. Vete en paz y vuelve a vivir tu vida de familia. Levántate y toma tu camilla y vete a tu casa. Anda y abraza a los tuyos, a tus hijos y besa a tu esposa. Vete y muéstrate al sacerdote para que te vea limpio y te deje entrar a los Atrios de la Casa de Dios que te espera. Vete a tu casa y cuéntales lo que Dios ha hecho en tu vida…

Es curioso ver que los leprosos no le piden a Jesús que los sane sino que los limpie. Jesús lo hace con un gesto de ternura: Los toca. Lo hace deliberadamente porque ellos necesitaban ademas de su sanidad, un “toque” de alguien que los ame lo suficiente y no los rechace. A una mujer le dijo algo más hermoso: “Cuéntame hija…

Otro detalle es que Jesús no los manda a “servir” a la iglesia. No. Los invita a comer con Él. A sentarse a su mesa y compartir el gozo y la alegría de estar con amigos, disfrutar de su compañía y de reírse un poco de la tragedia de la vida. Eso fue lo que criticaron de Jesús. ¿Por qué tu maestro come con pecadores? ¿Y con quién más se iba a sentar a comer Jesús sino con ellos? ¿Con nosotros? Los religiosos del tiempo de Jesús eran tan “santos” que nunca habían invitado a comer a nadie que no fuera de su linaje. Los ricos comían con los ricos. Los sacerdotes con los sacerdotes. Los fariseos con los fariseos. Y los pecadores con los pecadores. Comer con alguien era y sigue siendo signo de amistad. De compañerismo. Es un signo de pertenencia.

Y eso fue lo que asustó a los jerarcas de la religión dura, fría y deshumanizada de aquellos días. Y lo sigue siendo hoy. Usted, amigo pastor, que no tiene las credenciales que lo hacen reconocido en las altas esferas de la religión entra a un restaurante en donde hay otros pastores de alto perfil, lo ven entrar y voltean a otro lado. Lo ven como con asco. Con una mirada que quiere decir: “¿Y éste que hace aquí?”.  Lo mismo fue con Jesús y sus amigos publicanos, pecadores y prostitutas.

Eso es lo hermoso de Jesús. Vino a compartir con aquellos que nadie quiere, que nadie invita, que nadie toma en cuenta por su condición de pobres, extranjeros, los sin voz, los que no tienen nada más que un poco de fe para creer que Dios los ama. Jesús les devuelve la paz. Los envía en medio de lobos para que los vean victoriosos y vencedores.

Vete en paz quiere decir anda, camina con la frente en alto. Sonríe y disfruta de la vida abundante que el Padre envía para ti. Anda, mujer despreciada por los religiosos y mira el horizonte que Dios tiene para ti. Anda, jovencita que has sido abusada e ignorada solo porque no perteneces al clan de los favoritos del pastor y levanta tus ojos no a los montes sino a Jehovà que es quien envía su bendición sobre ti. Vete en paz, amigo mío, tú que no recibes el respeto que mereces en tu trabajo, en tu iglesia, en tu casa, que el Padre te ama y te levanta del polvo para mostrar al mundo de lo que El es capaz de hacer con los olvidados de los demás.

Vete en paz. En la Paz que solo el Cielo puede dar…

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