POR JULY DE SOSA
Resulta fácil dejar de sentir el amor de Dios con nosotros, cuando centramos nuestra atención en el dolor. Jesús mismo experimento esto en la cruz; azotado y adolorido, hasta lo sumo alrededor de la hora novena exclamó a gran voz diciendo: “ELI, ELI,” ¿SABACTANI? Esto es: DIOS MIO, DIOS MÍO, ¿PORQUE ME HAS ABANDONADO? Si Jesús perdió de vista a su padre, en medio de su dolor, ¿cuánto más nosotros? perdemos fácilmente la percepción del amor de Dios en tiempos de angustia. Sin embargo, la diferencia entre Jesús y nosotros, aun en ese estado, fue la plena confianza en su padre. El no se aferró a su sensación de abandono, sino más bien la supero, mientras el tiempo en su cuerpo humano expiraba, usó sus últimas fuerzas y soplo de vida, para clamar a gran voz,
“Padre en tus manos encomiendo mi Espíritu”
Debido a nuestra naturaleza humana, concebimos como normal que una carga fuerte de frustración producto de enojo, ansiedad o dolor, ponga duda en nuestro corazón y razonamiento, acerca del amor de Dios y de su cuidado para con cada uno de nosotros. Pasando por alto el hecho que fuimos creados por las manos de un Dios de amor y por amor. Dios está siempre presente en cada circunstancia por difícil que sea como la pérdida de un ser querido, desempleo, enfermedad, o cualquier situación que desnude nuestra fragilidad humana, Dios siempre está allí, en todo tiempo está presente. Somos nosotros mismos quienes nos alejamos de él, cuando voluntariamente escogemos ver las circunstancias que nos rodean, en vez de permanecer confiados en su amor y en la libertad que Jesús conquisto para todo aquel que en él crea. El dolor tiene el poder para cortarnos las alas e interrumpir vuelo, la palabra de Dios dice de nosotros que somos como la luz de la aurora y vamos de aumento en aumento. Por esto considero importante estar consientes en todo tiempo del amor de Dios que debería de ser para todos, la fuerza que nos permita avanzar en libertad. Recordando que su existencia no se limita a la mejor versión de lo que cada uno tenga de él. Dios es más que eso, más alto de lo que podamos pensar. EL es ilimitado, pleno y perpetuo, ¡extraordinariamente maravilloso! Y desea tener una relación personal con cada uno de nosotros, alimentando nuestra confianza en él, de la misma manera como Jesús enseño a hacerlo; cuando en su estado humano dependiente y limitado, confiaba en que Dios el padre estaba en él, para sanar a los enfermos y resucitar muertos, convertir agua en vino, o multiplicar peces y panes y demás milagros que realizo. Cuando los creyentes, vivimos consientes del poder que habita en nosotros (Romanos 8:11) permanecemos confiados, y solo entonces entendemos el significado que tiene el haber sido creados a su imagen.
No se detenga en su dolor, siga avanzando consiente de que usted y yo, fuimos creados para ser amados en todo tiempo… Con todo yo me alegrare en Jehová y me gozaré en el Dios de mí salvación. (Habacuc 3:17-19)