Por : Luis Medina Fundador y Director de La Prensa Cristiana.
Es común para cierre e inicio de año realizar el recuento de todos los sucesos que hemos vivido y las proyecciones del nuevo tiempo, eso está bien, pero pocas veces pensamos en nuestro entorno y en los demás por enfocar todo nuestro esfuerzo en nosotros mismos.
¿Egoísmo tal vez? ¿Egocentrismo quizás? No lo sé, no podría determinar una causa precisa de la indiferencia con la que vivimos hacia nuestros semejantes o como la Biblia le llama “prójimo”, porque en cada caso es distinto, la mente hace conexiones extrañas, al hablar de ayuda todos pensamos de manera automática en dinero, pero ese solo es el resultado del envolvimiento de un mundo materialista.
Hay personas que su necesidad es de atención, de un consejo, acompañamiento en un proceso, respaldo en una crisis de enfermedad, orientación familiar, etc. Muchas veces perdemos la oportunidad de ser instrumentos de Dios cuando nos enfrascamos en nuestros propios asuntos.
Sumergirnos en el mar del yo, es fácil, tiene aguas turbulentas que ahogan a cualquiera; en mi infancia cada vacación visitábamos a mis abuelos en el campo, “el papita Juan” como todos los nietos le decíamos, abuelo materno, siempre nos esperaba con una fruta que previamente había cortado para cada visitante, tenía una en cada mano y daba a elegir, una era más grande y la otra más pequeña, los ojitos fácil se iban por la de mayor tamaño y en efecto es la que escogía, muy a pesar de que comúnmente esa fruta de mayor tamaño salía mala, podrida o engusanada. Así exactamente nos pasa a muchos en la vida a pesar que sabemos que la forma o estilo de vida no nos lleva a ningún lado nunca cambiamos el rumbo, caemos en un juego vicioso de hacer las cosas mal y alimentamos todas las conductas toxicas, carentes de todo buen fruto.
Es importante que vivamos vidas ordenadas que a su vez rindan frutos agradables que puedan ser vistos y compartidos con los demás. Piense un momento, un nuevo año, una nueva oportunidad pero en ello incluya como puede generar su aporte para transformar su entorno. Si así lo hace en el 2019 entonces que sea como el juramento de los funcionarios “Si así lo hacéis, que la Patria os premie, caso contrario que ella os demande”. Analicemos cual será nuestro legado para las nuevas generaciones.
La indiferencia es un mal evidente en todas las esferas de la sociedad y en todos sus ámbitos, nos encarrilamos con fuerza en la parte espiritual pero no trasladamos lo espiritual al plano material donde seamos verdaderos ejemplos de amor. Es un reto que todos debemos asumir, el rol de la iglesia es llevar una voz profética pero también ser integra e integral. Portar la voz no es suficiente si en la vida no somos coherentes.