Por: Pastor Javier Dominguez — Iglesia Gracia Sobre Gracia
Nuestra idea del Estado, sus funciones y propósitos, muchas veces proviene de los libros y de lo que vemos hacer a las instituciones del Gobierno. Sin embargo, las funciones y el propósito del Estado, así como la relación que como iglesia debemos tener con este y con nuestros gobernantes, ya han sido definidos por Dios en su Palabra. Para ello, en este artículo tomaremos como base Romanos 13:1-6, de donde extraeremos 4 principios fundamentales que establecen el tipo de relación entre el Estado y la Iglesia.
El principio fundamental del Gobierno es la fuerza. Un gobierno posee la estructura y el derecho legal para coaccionar a los ciudadanos para que cumplan las leyes (Rom 1:3-4), es una delegación de Dios. Si un gobierno no puede coaccionar a los ciudadanos para cumplir las leyes, pierde gobernabilidad.
Toda autoridad terrenal es delegada, no absoluta. Solo Dios es soberano sobre toda creación. Él es quien tiene el poder y la autoridad. Solo Él puede constituir y delegar autoridades terrenales. (Rom 13:1). Pero, por ser autoridades delegadas, el ejercicio de su autoridad debe estar sujeto a Dios, en obediencia a su voluntad revelada natural o especialmente, por tanto, deben responder ante Dios por sus acciones. Ninguna autoridad humana es absoluta, ni es para siempre, sino que ha sido puesta por Dios para cumplir las funciones delegadas por Él.
Las funciones del Estado son determinadas y limitadas por Dios. Rom 13:6 llama a los gobernantes “servidores de Dios” porque, aunque no sean creyentes, se supone que deben emitir leyes que promuevan la justicia de Dios (no la de sus partidos e intereses), conforme al orden de la creación (revelación natural) y a lo establecido por Él en su Palabra. Ese es el límite del ejercicio de su gobierno.
En ese marco, Dios establece 3 funciones esenciales para el Estado. Proteger el bien y reprimir el mal. Dios instituyó a los gobiernos a causa del pecado. Su función principal es proteger preservar la vida y la dignidad humana y castigar el mal. La segunda función es proteger la propiedad privada que Dios otorga a cada persona. Desde el Antiguo Testamento vemos que Dios provee y reparte la tierra a las tribus, y tanto el rey como la Ley protegían dichas propiedades, incluyendo el cónyuge, hijos y bienes en general. El estado debe proteger lo que Dios da, no quitarlo. Y como tercera función, debe procurar la justicia y equidad en todo tipo de relación. Establecer leyes que regulen el trato justo.
Nuestra obediencia civil al Estado no es absoluta, es limitada. Romanos 13 nos muestra que hay dos razones por las cuales debemos someternos a nuestras autoridades, aun cuando no sean creyentes. La primera es para evitar el castigo; y la segunda, es por causa de la conciencia, entendiendo que son autoridades delegadas por Dios.
Sin embargo, hay ocasiones en las que la desobediencia a las autoridades trae gloria a Dios. Esto sucede cuando el Estado exige o impone a los ciudadanos hacer lo que Dios prohíbe, o cuando les prohíbe lo que Dios ordena; en estos casos la desobediencia no sólo es una posibilidad, sino que es un deber en el cristiano. “Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5:29) fue la respuesta de los apóstoles al mandato de sus autoridades de no predicar el evangelio.
Cuando un gobierno civil se aleja de las funciones asignadas por Dios, y busca querer controlar, gobernar o redefinir las otras esferas que Dios ha creado como la iglesia, familia, el matrimonio, el arte, la ciencia, etc; está abusando de su poder y pierde legitimidad; porque son esferas que Dios ya definió en su Palabra.
La Biblia contiene numerosos ejemplo de esto: como cuando las parteras desobedecieron la orden de Faraón de matar a los bebés hebreos (Éxo 1:17 y 20); cuando Nabucodonosor obligó al pueblo a postrarse ante su estatua y Sadrac, Mesac y Abednego desobedecieron; cuando Ester, sabiendo que era contra de la ley, acudió al Rey para evitar el exterminio de su pueblo; cuando en el Nuevo Testamento los cristianos desobedecieron a las autoridades del Imperio Romano que exigían adoración al césar y murieron proclamando a Jesús como único Dios y Señor.
La resistencia civil es una necesidad cuando el gobierno pierde su legitimidad ante los ojos de Dios, y ya no es conforme a su voluntad y sus mandatos, según el orden de la creación. En términos actuales ¿cuáles serían esos casos? por ejemplo si un Gobierno promueve el genocidio, el asesinato de niños nacidos o no nacidos (aborto); si en lugar de proteger la propiedad privada el Estado se apropia de ella; si el Gobierno es autoritario o totalitario, regímenes que en la historia no han defendido la vida y la dignidad humana (un ejemplo de ello es que entre el Nazismo y el Comunismo asesinaron a más de 100 millones de personas, por sus ideales); si el gobierno estorba el progreso del evangelio y promueve o apoya a otras religiones desde el órgano ejecutivo o legislativo; cuando un Estado utiliza la Biblia para promover su ideología, pierde su legitimidad.
Así, cuando un gobierno deja de ser una autoridad legítima de parte de Dios, por cuanto no sirve a los propósitos de Dios sino a los de sus partidos, de la mayoría o de Satanás; ya no es digno de respeto u honor civil, y debe ser confrontado legítimamente por los cristianos; debemos resistirnos y luchar bajo las vías legales y formales, no a través de la fuerza, porque la iglesia no tiene la espada, tiene el evangelio.
¿Cuál es entonces la esencia de la relación entre el Estado y la Iglesia de Jesucristo? Como iglesia debemos orar por nuestras autoridades y someternos a ellas, cuando emitan leyes que procuren el propósito de Dios. Ser la conciencia moral de las mismas, reprenderlas cuando no hacen bien. El Estado debe cumplir sus tres funciones principales (arriba descritas) pero no le corresponde predicar, ni gobernar a la Iglesia, así como a la iglesia no le corresponde gobernar la nación salvadoreña. Ambas autoridades han sido creadas por Dios, pero con funciones diferentes, y deben servirse y complementarse mutuamente.