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lunes, noviembre 25, 2024

Intenciones y decisiones

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Una pregunta a todos los lectores: Cinco palomas están posadas en una rama de un árbol. Una de ellas decide salir volando. ¿Cuántas palomas quedan? Creo que la mayoría dirán: “Cuatro”. Pero no es cierto. Todavía quedan cinco… Decidir que va a salir volando y realmente salir volando son dos cosas muy diferentes.

Léanme con atención por favor.  A pesar de lo que comúnmente se cree, no hay ningún poder en la intención.  La paloma puede tener la intención de salir volando, puede tomar la decisión de hacerlo, puede hablar con las otras palomas acerca de lo maravilloso que es volar, pero hasta que la paloma no aletee y empiece a volar, todavía esta posada en la rama.  No hay ninguna diferencia entre esa paloma y todas las demás.  De igual manera, no hay ninguna diferencia entre la persona que tiene la intención de hacer las cosas de una manera diferente y la persona que ni siquiera lo ha pensado.  ¿Alguna vez han pensado con cuánta frecuencia  juzgamos nuestras acciones según nuestras intenciones, mientras que juzgamos a los demás según sus acciones?

Sin embargo, la intención sin acción es un insulto para aquellos que esperan lo mejor de nosotros.  “Tenía la intención de traerte flores, pero no lo hice”. “Tenía la intención de diezmar pero no me volvió a alcanzar”.  “Quería asistir a su iglesia, pastor, pero…”

Eso sucede con muchos evangélicos. Sus vidas están llenas de intenciones de cambiar algún día. De dejar hábitos que están destruyendo sus vidas, sus matrimonios, sus finanzas y muchas cosas más. El latinismo que nos abruma: mañana, mañana, mañana…

Cuántas horas de consejería se han invertido en enseñar estos principios en los matrimonios. Cuántas horas se han desperdiciado en personas que salen de la oficina pastoral con la firme decisión de cambiar su carácter, su forma de ser y de pensar, pero a la vuelta de la esquina regresan a sus mismos paradigmas. No toman la decisión de abandonar esa alfombra de comodidad y anodinismo sobre la que han caminado por años. Sus hábitos se han incrustado tanto en sus almas que a pesar de sufrir vergüenzas y humillaciones siguen estacionados en ese mismo estado.

Amarguras, celos, pleitos, deudas, préstamo tras préstamo, todo sigue igual. Es un fatal círculo vicioso que no tiene visos de terminar por falta de algo: ¿Un milagro? No. Una decisión.

Por eso dice la Biblia que el hombre de doblado ánimo es inconstante en todos sus caminos. Necesitamos hacernos conciencia a nosotros mismos que debemos tomar la decisión de hacer cambios en nuestro interior no solo para honrar la Palabra que nos habla desde la Biblia misma sino también para ser personas de influencia positiva.

Todos los lunes tengo una reunión solo para hombres. Es un estudio que lleva ya varios años y he insistido ante mis oyentes que si no decidimos ser fieles a nuestra esposa el adulterio seguirá haciendo añicos nuestras familias. Si no decidimos cambiar de rumbo en el centro comercial cuando vemos una mujer atractiva que viene hacia nosotros nos pondremos en peligro de ver lo que no debemos. Si no tomamos la decisión de trabajar con nuestros caracteres nunca seremos diferentes a los demás. Eso me da la autoridad para decirle a uno de mis amigos cuando responde ásperamente a su esposa: ¿Te he enseñado yo eso?

El Evangelio tiene dos acepciones según lo que he aprendido en mis pocos y hermosos años que he vivido: El evangelio del pastor o de la denominación y el Evangelio de Jesucristo. El Evangelio de Jesucristo es para cambiar a la persona. No solo para salvarla del infierno. Porque luego de ser salva, tiene que empezar un proceso de regeneración. Y eso se logra solamente cuando se le enseña a tomar decisiones fuertes y personales. Independiente de su cónyuge, de sus hijos y hermanos.  ¿Acaso no dice Pablo: El que robaba no robe más? ¿El que adulteraba no lo haga más? El problema creo yo, es que muchos ministros solo predican, o su propio evangelio de salvación y no pasan de Mateo o Marcos, pero no tocan las epístolas que es donde están las instrucciones para enseñar los cambios que nuestros jóvenes cristianos deben producir. Estoy hablando de frutos. De cambios. De transformación.

Creo que voy a caer mal con lo que sigue, pero debo escribirlo de todas maneras: ¿Por qué nuestros jóvenes y algunos hombres adultos se ponen camisetas con el de nombre de Messi? Según los estudiosos del tema, es porque aborrecen su propia identidad y desean ser como el nombre que define al deportista. ¿En dónde está el problema? ¿Acaso no es Jesucristo nuestro modelo? Él dijo: “Ejemplo os he dado ¿Por qué me llaman Señor, Señor y no hacen lo que yo digo?”

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