POR JULY DE SOSA
Todos en alguna medida tenemos que lidiar con el enojo en ciertas circunstancias, esto como fruto de la impotencia que podemos experimentar de cara a un problema, y más, aquellos, que han desarrollado un temperamento colérico, que si bien es cierto posee admirables características, estas son acompañadas de ciertas debilidades entre las cuales figuran la ira, impetuosidad, autosuficiencia, deseo vengativo, entre otras; y de no modificarlas ocasionan al individuo problemas en sus relaciones familiares y sociales, además de deterioro en su salud. Independientemente del temperamento de cada uno, el enojo en ocasiones está presente en todos, y puede pasar a ira, en cosa de segundos, si no sabemos cómo controlarlo, es justo en ese momento cuando bien nos haría tener el antídoto de ese mal, para evitar sus consecuencias, que van de leves a graves, desde una discusión fuera de tono, hasta un homicidio agravado. Frente al peligro que esconde el enojo; es conveniente reconocer recordar que nuestra es la decisión de elegir la batalla a librar, cuando alguien nos provoca, presenta una estratégica invitación para hacernos parte en su batalla. Si aceptamos la provocación automáticamente entramos en una batalla que alguien más eligió por nosotros. Cada vez que libramos batallas provocadas, perdemos, porque ¿Quién gana en una guerra? Nadie igual perdidas tienen el que la inicio como el que la acepto. O ¿Quién gana en un divorcio? Nadie, ambas partes sufren pérdidas significativas por la ruptura de ese pacto.
Me permito mencionarle dos mitos acerca del enojo, que en vez de ayudarnos nos complican más. Como el creer que “explotar libera” Nada más falso que esto, mientras más explotamos más crece nuestra ira. Ejemplo de esto son los hinchas en un partido de fútbol, que gritan, insultan, golpean; al final, explotar así, no libera su enojo, al contrario, recargan más su ira, para el próximo partido. El mismo efecto se da en una discusión de pareja, las ofensas a modo de gritos no bajan el enojo, al contrario, avivan su llama.
Creer que esconder el enojo ayuda; es otro mito falso. Si guardamos enojo este se transforma en resentimiento y tarde o temprano, explotaremos de manera agresiva con palabras hirientes, a causa del veneno encubado en nosotros.
Entonces ¿Qué tratamiento debemos darle al enojo?
Los expertos en la salud recomiendan para conservarla y tener una mejor calidad de vida; el ejercicio físico, este debe de estar presente en nuestra rutina diaria. Y “aunque usted no lo crea” el ejercicio acompañado de una buena respiración, tienen el poder de eliminar el enojo en nosotros, una simple rutina diaria de ejercicios cardiovasculares o de resistencia, resulta un desintoxicante eficaz del enojo reprimido.
El saber comunicar bien nuestro enojo, por medio de palabras que no culpen a nadie, amenacen, ridiculicen, o humillen, es clave para tratar el enojo. Proverbio 15.
Debemos de evitar caer en provocaciones que sabemos nos harán enojar, El proverbio 22:3 cita “El prudente ve el peligro y lo evita, el imprudente sigue adelante y sufre el daño”
Hacer un alto respirar despacio y profundo relaja y permite pensar antes de hablar.
El tiempo de nuestra vida aquí en tierra es muy corto, no lo desperdiciemos dándole rienda suelta al enojo, antes bien, procuremos estar en paz con todos y con nosotros mismos.
“No te apresures en tu espíritu a enojarte, porque el enojo se anida en el seno de los necios”