¡Cuidado! lo pueden estar engañando con afirmarle que usted es salvo por la Gracia de Nuestro Señor Jesucristo cuando en realidad no lo es.
En algún remoto país del mundo abundan las iglesias en donde invitan a la gente a presentarse ante el pastor en el Altar del Señor para confesarlo como su Único y Suficiente Salvador. Es cierto. Èl es el Único Salvador de nuestras almas. Pero resulta que la otra parte también es importante: Èl es Señor de nuestras vidas. Allí está el quid de la cuestión. Se confiesa a Jesús como el Salvador pero hasta allí. Ningún señorío. Nada de mandamientos. Nada de restricciones. Nada de cambios. Todo sigue siendo igual que antes de pasar a decir una oración. Mismos vicios. Mismo lenguaje.
Es la puerta ancha.
Una vez que usted pasa por la puerta ancha, todos los amigos están allí y la vida es fácil: no hay reglas ni moralidad, sino abundancia de tolerancia y diversidad siempre y cuando usted diga que ama a Jesus. Todos los deseos de su corazónn caído se satisfacen en ese camino. No hay necesidad de humildad ni de estudiar la palabra de Dios. No se exige nada de esfuerzo, como el pez muerto que flota corriente abajo, la corriente lo hace todo. Es lo que Efesios 2:2 describe como «la corriente de este mundo». Es el camino ancho en el que la senda de los malos perecerá.
Contraste esto con la puerta angosta. La mejor traducción del término sería una senda «restringida» o «ajustada». Literalmente significa comprimida, o confinada, como un desfiladero sobre un precipicio. Allí, en esa puerta no caben dos. Solo uno por uno. Es como cuando usted va a un evento y tiene que pasar por el molinete. Hoy hay buses que tienen molinete en la entrada para que nadie pase sin pagar su boleto. Lo mismo es la puerta angosta. No caben más que uno a uno. Todos los demás se quedan en fila. En la puerta ancha caben todos. Homosexuales. Lesbianas. Ladrones. Adúlteros. Todos cantan el mismo coro. Todos levantan las manos y todos dicen aleluya al mismo tiempo. En la puerta angosta no se puede. Es más, no se puede llevar ni el equipaje que hemos cargado por tanto tiempo: amarguras. Odios. Rencores. Rechazos. Miradas lujuriosas.
La puerta angosta es una senda muy restringida, bordeada en ambos lados por la mano castigadora de Dios. Usted se sale a un lado y ¡zas!: se lastima con los nudillos espirituales. Lo mismo al otro lado. Los requisitos son firmes, estrictos, refinados y bien delineados, y no hay lugar para la menor desviación ni para apartarse de ellos. La senda ancha lleva a la destrucción, y la senda angosta es el único camino al cielo.
¿Por qué puerta está entrando usted? Tenga cuidado. Examine bien lo que está viviendo y si no le pasa nada, si nadie le critica, si nadie le regaña, si su pastor no le dice que lo que usted está viviendo es pecado, seguramente usted está transitando por la puerta ancha.