“No hay un solo gen que determine la orientación sexual”, así inicia la noticia publicada por el Washington Post el pasado jueves 29 de agosto, que revela los resultados del estudio más grande realizado para determinar la relación entre la genética y la homosexualidad. En el estudio, publicado por la revista Science, un equipo internacional examinó la información genética de más de 470.000 personas que dijeron haber tenido un comportamiento homosexual. En el estudio intervinieron científicos de Suecia, Holanda, Dinamarca, Australia, y varias universidades de Estados Unidos y el Reino Unido.
El estudio se refiere entonces al “comportamiento homosexual” de los individuos. Es decir que la homosexualidad más bien está relacionada por factores del entorno y no por una predisposiciónn genética. Dicho de otra manera, no es un género, no es parte de la identidad humana, es simplemente una preferencia.
Sin embargo, estos grupos minoritarios promueven la consigna de que aplaudir, aceptar y abrazar el comportamiento homosexual (y todas las siglas representadas en el especto LGTBI), es signo de modernidad y de derechos humanos; mientras que rechazarla, es ser inhumano, intolerante y digno de la edad de piedra. Sin duda la ignorancia es atrevida, y en este caso, es también peligrosa.
El libro de Proverbios dice que el simple todo lo cree…este parece ser un buen ejemplo de ello. Una persona simple es una “puerta abierta”, su mente es una puerta abierta a que cualquier cosa entre por ella. Es el de mente vacía e ignorante, no por falta de inteligencia, sino por falta de instrucción. Es el ingenuo, fácilmente influenciable. Aquel que no puede diferenciar entre la verdad y la mentira, las tinieblas y la luz, lo real y lo falso.
Una de las cosas que un simple ignora es que hay un orden físico creado por Dios. El Génesis establece que Dios creó dos géneros sexualmente complementarios: hombre y mujer. Por eso el comportamiento homosexual no puede ser explicado desde la genética (tal como este estudio concluye), porque es anti-natural, contrario al orden creado por Dios; y por la misma razón no puede ser un “derecho humano”, porque los derechos humanos fueron establecidos por Dios al momento de la creación y son inherentes al ser humano tal como Él lo diseñó; por tanto, no puede ser un derecho algo que no es parte de la identidad humana, que atenta contra el orden creado por Dios y que es un simple “gusto”, una “opción”.
Tristemente, muchos de nuestros funcionarios en los diferentes órganos del estado, promueven y defienden la ideología de estos grupos minoritarios; y a su vez exigen que sean respetados y legalizados lo que ellos llaman “derechos” ¡Qué peligroso! ¡Que peligroso es construir los derechos humanos sobre la base a una ilusión, de un engaño! La simpleza y la ignorancia son peligrosas cuando se comienzan a modificar leyes, reglamentos e incluso se crean o modifican instituciones del estado para favorecer a estos grupos ¿Qué haremos entonces cuando vengan los que practican la aberración de la pedofilia a exigir sus “derechos”? ¿Modificaremos también las leyes y les enseñaremos a nuestros hijos que eso es “normal”? Y cuando vengan los que se creen perros o gatos ¿crearemos instancias del estado a su favor? Seamos cuidadosos, no hay ninguna diferencia entre la comunidad LGTBI y estas otras perversiones, ninguna. Todas son producto de la caída del hombre. Esto mismo ocurría en tiempos del profeta Isaías, que el mismo pueblo le decía a sus videntes y profetas, Isaías 30:10 que dicen a los videntes: No veáis visiones; y a los profetas: No nos profeticéis lo que es recto, decidnos palabras agradables, profetizad ilusiones. Es decir que el pueblo les pedía: profeticen ilusiones, cosas vanas, mentiras, engaños, esperando que estos se convirtieran en el estándar moral y ético de esa cultura.
Todo esto me mueve a hacer un llamado a los legisladores que en este momento tienen la importante responsabilidad de elegir al nuevo Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos: no hagan su elección sobre la base de vanas ilusiones que la misma ciencia demuestra que no son reales. No tomen como criterio de elección del nuevo procurador, el respeto y la promoción de estas minorías, que quieren imponer sus gustos, preferencias y estilo de vida como derechos humanos; cuando la misma ciencia ha demostrado que no existe una predisposición genética para su conducta, sino un “gusto por” o simples placeres.
A la Iglesia y a mis hermanos pastores, también quiero hacerles un llamado: no vendamos la verdad. No permitamos que la ignorancia, la insensatez y la simpleza se establezcan como base para el derecho, porque el derecho debe ser basado en la verdad. Seamos columna y baluarte de la verdad. Por amor a El Salvador no callemos, no guardemos silencio.
Debemos estar atentos, de otra manera, en el futuro, cualquier otro gusto, tendencia o mala motivación que sea bien defendida y argumentada, se puede convertir en un “derecho” ganado por una minoría, que al igual que en el caso de la comunidad LGTBI, atente contra el orden establecido por Dios y el bien común.