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lunes, noviembre 25, 2024

Vayan a mi viña…

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Mateo 20:4 “Id también vosotros a mi viña…”

Advertencia: Este artículo puede herir susceptibilidades ministeriales. Si usted es alérgico a ciertas frases, se recomienda no leerlo.

Y dice que es pastor. Y qué se cree, ¿apóstol? ¿Quién le dijo que es maestro, o pastor, o evangelista?  Y a éste, ¿quién lo llamó? Son las frases que se escuchan en el mundo ministerial al que pertenezco por misericordia del Señor.

Cuando el Señor de la viña le dijo a los hombres que estaban en la plaza sin hacer nada, según la paràbola de Mateo 20, no se nos dice a qué sector de la viña los envió. Quizá porque no nos importa saberlo. Suficiente que lo sepan los llamados. Es algo estrictamente personal e íntimo. Todos sabemos que en una viña hay mucho que hacer. Desyerbar, podar, resembrar. cosechar, calzar los brotes nuevos; en fin, hay mucho que hacer. Y cuando el Señor de la viña los envió a trabajar a su finca indudablemente ya dentro de ella, les asignó a cada obrero una parte de la misma para que hagan su labor. Es decir, los distribuyó según su voluntad y necesidad. Por algo es el Dueño. Los demás obreros que sigan con su trabajo sin fijarse en los nuevos que van llegando a medida los necesite el Patrón. Cada uno que haga su labor que para eso fueron contratados. No lo fueron para fiscalizar a los nuevos, ni para vigilar quién llega ni quién se va. Punto.

Pero en la realidad, el ministerio pastoral no funciona así. Tuve la bendición de haber sido cuestionado por los obreros que estaban aquí antes que mi esposa y yo viniéramos a atender un pedazo de la viña del Señor.  ¿Y este quién es? ¿De dónde salió? ¿Qué dejaría allá en Guatemala? ¿Quién lo trajo a este paìs? ¿Qué está haciendo aquí? Esas fueron las preguntas con las que cuestionaron nuestro llamado del Señor hace ya unos veintitantos años que tuvimos el alto honor de venir a servir al Dueño de la viña.

Fueron preguntas ácidas. Racistas. Dolorosas. Llenas de desconfianza. Llenas de sospechas e insultantes. Fueron las preguntas de bienvenida que nos hicieron algunos siervos que ya estaban trabajando en las viñas.

Cuando estudio este pasaje me doy cuenta de algo: Siempre que aparece un nuevo líder, un nuevo pastor o ministro o como quiera llamarse, todos los demás obreros le caen encima. Cuestionan su ministerio. Cuestionan su trabajo y su llamado a cumplir un propósito. Pareciera que el ministerio pastoral es exclusivo de algunos pocos y que ya no hay espacio para más. Contradiciendo lo que dijo el Señor: Orad que haya más obreros pues la mies es mucha y los obreros pocos.

Es doloroso pero cierto. Le doy gracias al Señor porque me ha tenido por digno de ser uno de los cuestionados por los que llegaron primero que yo a cumplir su trabajo. Y digo “digno” porque en realidad eso me motivó a demostrar que yo no era un advenedizo ni un arrimado. Fui llamado por Dios para hacer la obra a la que Èl me asignó cumplir: La restauraciòn de la familia. Porque la familia cristiana necesita saber mucho con respecto a ese estadio. Mi tesis doctoral se basó precisamente en ese tema. Hoy la familia cristiana está en crisis. Nunca como ahora la familia cristiana necesita de consejo, enseñanza, instrucción y mucha, mucha Palabra de restauraciòn. El divorcio está siendo una plaga que ha alcanzado niveles nunca antes vistos en la propia Casa del Señor. Hoy, saber que un pastor se divorcia de su esposa o viceversa ya no asusta a nadie. Se ha tomado como algo que debe pasar. Puede ser cierto para los incrédulos -como dijo Pablo-, pero inadmisible entre los lìderes que dirigen al rebaño del Señor.

El divorcio no es una enfermedad social. Es un problema de corazón no restaurado. Es un asunto de problemas de la niñez no resueltos. Es asunto de principios cristianos. Es asunto de conocer lo que dice el Señor en su Palabra. Y Èl dijo claramente que no acepta el divorcio como solución a los problemas de las parejas. Y esa es mi labor. Enseñar que todo esta en el principio de la vida de los hombres y mujeres que arreglan sus problemas con decir la famosa palabra: Divorciémonos. ¡Aja! ¿Y como quedan los hijos? ¿Y como queda la congregación? ¿Y como queda el futuro espiritual de los divorciados? ¿Y como quedan las familias de ambas parejas?

La viña del Señor tiene mucho trabajo señores pastores. Hay muchas áreas que descombrar todavía y todos tenemos que hacer lo que nos han mandado a hacer. No critiquemos. No murmuremos. No condenemos. No segreguemos a los que van llegando.

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