La vida es como un concierto y cada uno de nosotros ha recibido ese regalo para crear con ella una melodía: Y mientras suena, recibiremos críticas y aplausos, es responsabilidad de cada uno usar las criticas de impulso para avanzar, o como paradas para estacionarnos. Y aunque todos en diferente medida buscamos la gratificación que brinda la mirada de los demás, no todos podemos lidiar con el aplauso o la crítica, sin embargo, todo lo que nos pasa en la vida forma parte de un entrenamiento para afinar nuestra melodía. Pero no debemos permitir que el aplauso o la crítica de otros determine la altura o ritmo, en nuestra propia melodía de vida. A menudo me preguntan ¿qué puede o qué no puede hacer un cristiano? siempre me río y respondo lo mismo “Dios ya respondió eso” “todo nos es lícito más no todo conviene” esta respuesta no es solo para los cristianos, sino para toda la humanidad creyentes o no. Desde el momento mismo que comprendemos que la vida es un regalo solo tenemos dos formas de vivirla disfrutándola o malgastándola, todo lo que la preserva es lo que permite disfrutarla, lo contrario es malgastarla. Cada vez que tengo la oportunidad de hablar del dador de la vida y salvador de mi alma, comienzo diciendo “yo no soy religiosa” porque convencida estoy que la religión es lo que más arrebata calidad de vida; he conocido personas que viven doble vida, en la iglesia una y fuera de allí otra, por temor hacer juzgados por hechos que ni la biblia juzga, solo los “eruditos” de Dios. También he escuchado decir que el mejor filtro para saber que decir o que hacer es pensar… Jesús haría o diría esto. Lo cual me parece un filtro equivocado porque Jesús ni siendo hombre fue como nosotros, creo que el filtro de, “esto que haré o lo que diré edifica mi vida” es más compatible, con nuestra humanidad. Como seres pensantes desde infantes aprendemos a conocer lo bueno y lo malo para nuestra vida.
Vivir la vida en libertad usando los dones y habilidades que tenemos, es a lo que yo llamo aprender a vivir. Aprender y seguir aprendiendo cada día, es lo que permite alcanzar nuestros sueños y cerrar oídos a quienes dicen no lo lograras.
Para vivir una vida a plenitud debemos enamorarnos de nosotros mismos, apreciándonos por la individualidad que Dios nos otorgó, porque es posible que entre familiares tengamos similitudes, en rasgos físicos y carácter, pero en esencia somos únicos. Es precisamente esa individualidad lo que da libertar a nuestra melodía.
Para ver la mejor versión de uno mismo necesitamos tiempo, posiblemente tendremos que esperar toda la vida, mientras tanto aprovechemos cada minuto hablemos con Dios, comamos, riamos, cantemos, y si podemos bailemos abrazando la vida, recordando que los emprendedores siempre van un paso más allá, sin ver el pasado, tal y como lo dijo el apóstol Pablo “yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado, pero una cosa hago, olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que esta delante, prosigo a la meta” nuestra meta diaria a alcanzar es vivir. Y en esa vida alcanzar el supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
¡JESÚS vino para que tengamos vida y vida en abundancia!