2 Crónicas, 26:18 “y se opusieron al rey Uzías, y le dijeron: No te corresponde a ti, Uzías”
Bueno, a fuerza de ser repetitivo quiero volver a tocar un punto: Hay cosas prohibidas para nosotros los cristianos. Tanto para hombres como para mujeres. ¿Por què? Sencillamente porque somos la luz del mundo. Eso dijo Jesus. Y si èl lo dijo es porque debe ser cierto.
Sin embargo fácilmente olvidamos esos límites. Todos sabemos que si el ser humano no tiene límites sobrepasa cualquier tangente. En cualquier nivel. Abusa de todo y de todos. Pablo dijo que todo le era permitido pero no todo le convenía. Eso enseña que debemos saber hasta dónde podemos llegar, especialmente en nuestras relaciones interpersonales.
El pecado más palpable de este siglo dentro de la Iglesia de Cristo es el adulterio. Ya no hay tapujos para cometerlo. Se hace tan abiertamente que se está volviendo algo aceptable dentro del mundo evangélico. Desde el joven que se busca una dama que lo mantenga a cambio de favores “amorosos”, hasta los más viejos que andan en busca de alguna víctima para hacerla su amante escondidos en los cultos dominicales para hacer creer que no pasa nada.
Lamentable pero cierto. Y esto a la vista de muchos de nosotros los pastores que no tenemos el carácter o el valor para denunciarlo. Nos hemos olvidado de las exigencias de Pablo a la Iglesia antigua para decirle “al tal” que debe abandonar esa costumbre porque un poco de levadura leuda toda la masa. Dicho en palabras chapinas: una manzana podrida pudre a las demás.
El cinismo con que hoy se cometen esos pecados es asombroso. Ya nadie parpadea cuando se entera de que algo así está sucediendo entre nosotros, el pueblo del Señor. Los que supuestamente estamos llamados a ser ejemplos de virtud, de honestidad y honradez estamos tirando por la borda todos los mandamientos de fidelidad que el Señor nos ha mandado a vivir para ejemplo de las nuevas generaciones.
Lógicamente, nuestros jóvenes están careciendo de ejemplos verdaderos de hombres o mujeres fieles. La fidelidad es una moneda tan devaluada que ya nadie se preocupa por elevarla de nivel. La fidelidad ha perdido su lugar en el corazón de muchos hombres y mujeres. Y todo esto está afectando el matrimonio. Se ha vuelto costumbre ya que los hombres incluyendo pastores y lìderes, tengan otras mujeres además de la esposa mientras todos los demás voltean a ver a otro lado.
Algo así quiso hacer el rey Uzìas. Como èl era el rey de Judà, se creyó omnipotente. Dios lo había bendecido enormemente. Lo había respaldado desde el principio de su reinado. Lo había rodeado de todos sus favores. Tenía el respeto y la admiración de su ejército y sus generales. No le faltaba nada. Era un dechado de virtudes. Como empezó a reinar en su edad juvenil sus asesores lo llevaron por el buen sendero para agradar a Dios. Y Dios lo recompensó con grandes honores y fidelidad tal como èl estaba siendo ante su pueblo y su Dios.
Pero, sorpresivamente, en el verso 16, algo cambia. Ya aquel jovencito humilde, espiritual, sincero y honesto cree que ya todo es de èl y que puede disponer a su antojo de lo que tiene a mano. ¿Qué hizo como para haber pasado a la historia como un ejemplo de lo que hace la soberbia y el orgullo en el corazón de una persona favorecida por Dios? Aquí se lo pongo en blanco y negro: “Pero cuando llegó a ser fuerte, su corazón se hizo tan orgulloso que obró corruptamente, y fue infiel al SEÑOR su Dios, pues entró al templo del SEÑOR para quemar incienso sobre el altar del incienso”
El ser humano siempre quiere más. No se sacia con lo que Dios le entrega para que lo disfrute. Más dinero. Más mujeres. Màs poder. Más ovejas aunque se las quite a otro pastor. Màs fama. Màs de todo. Uzìas quería màs. Incluyendo el privilegio de quemar incienso en el altar del Templo. Solo que los sacerdotes lo pararon en seco. “No, Uzìas, eso no lo puedes ni lo debes hacer”. Y como fue necio, la lepra le paralizó el brazo y murió avergonzado.
No hermano, no hermana, esa persona no te pertenece. Tù tienes lo tuyo. Deja la mujer o el hombre ajeno en su lugar. No te pertenece ni para mirarla y desearla. Disfruta tu matrimonio, tus hijos y tu bendición. Lo que Dios ha dicho no, es no. No te pases de la raya y te expongas al castigo divino. No quemes incienso en otra cama, para eso tienes la tuya.