Jueces 2:10 “y se levantó otra generación después de ellos que no conocía al SEÑOR, ni la obra que El había hecho por Israel”
Tristes palabras que nunca han cobrado tanta realidad como hoy. La generación que se levantó después de la muerte de los padres que sobrevivieron a Josué ya no recordaban nada de lo que el Señor había hecho con ellos durante su travesía por el desierto.
Ya no daban gracias al Señor por todo lo que recibían en la Tierra Prometida. Ya no preguntaban qué significado tenían aquellas doce piedras levantadas en medio del río Jordán. Ya no oraban por el pan de cada dìa. Lo daban por recibido como una obligación de Dios hacia ellos. Fue una generación ingrata. Mal agradecida. Hedonistas, Paganos. Despreciadores de las cosas de Dios. Ingratos y muchos epítetos màs.
Y eso me trae a la memoria los días que estamos viviendo hoy en dìa incluyendo a muchos jóvenes que se dicen cristianos, pero son cristianos por herencia, no por convicción. Nuestros jóvenes son muchachos que no conocen las obras del Señor en la vida de sus padres. Cómo ellos tuvieron que sufrir, sudar y llorar muchas veces para que a sus hijos no les faltara nada. Los muchachos de hoy no saben que sus padres tuvieron que quitarse el pan de la boca para dárselo a ellos para que no pasaran hambre. Ellos no recuerdan que sus madres tuvieron que usar la ropa interior por años porque en vez de comprarse algo para ellas, prefirieron comprársela a su niña para que no sufriera la burla de sus compañeras de escuela.
Somos la última generación dijo Gebel, porque somos los últimos en decir “buenos días” cuando encontramos a alguien en la calle aunque sea desconocido, o cuando entramos a algún lugar en donde haya màs personas. Somos la última generación, la generación que nos distinguimos porque no usamos pantalones rotos porque eso significa pobreza, somos la última generación que no nos avergonzamos de orar a nuestro Dios en público y darle gracias por los alimentos aun en lugares de lujo. Somos la última generación de hombres y mujeres que respetamos a nuestros padres, que los aceptamos en su vejez sabiendo que nosotros mismos vamos para esa edad. Somos la última generación que aunque no dominamos todas las teclas del control remoto de la tele sabemos clavar clavos sin desconchar las paredes, sabemos cuidar a la mascota y sabemos como besar a nuestra esposa sin lascivia ni erotismo. Somos la última generación que queda que cuando subimos a un bus y vemos a una mujer sin donde sentarse nos ponemos de pie para darle el lugar.
Somos la última generación que cuando estamos haciendo espera en una clínica y alguien llega con màs urgencia que nosotros les cedemos el turno para ayudarle a aliviar su dolor. Somos la última generación que respetamos a los adultos. Que honramos las canas. Que nos ponemos de pie cuando alguien nos saluda. Somos la última generación que cuando saludamos damos un fuerte apretón de manos porque fuimos enseñados a ser hombres de verdad y no afeminados. Las mujeres de nuestra edad -màs de sesenta años-, aún dan la mano como damas y no hombrunamente.
Somos la última generación en donde las mujeres son damas de abolengo y los hombres caballeros de linaje. Quizá no sepamos como manejar un celular pero sabemos ser amantes de verdad, porque fuimos enseñados a enamorar sin tocar los pechos de las muchachas ni llevarlas a la cama antes del matrimonio. Nosotros, la última generación, fuimos enseñados por nuestros padres a respetar a nuestros vecinos y no quitarles el descanso por la mùsica estridente que se escucha hoy en dìa. Somos la última generación que aprendimos a saludar al pastor con respeto y honra y llegar a la iglesia con nuestras mejores ropas y nunca sentarnos hasta atràs para tomar selfies a las muchachas del coro.
Da tristeza ver como nuestros jóvenes ya no conocen los valores familiares porque sus padres ya no les instruyeron a valorarlos ni vivirlos desde su cuna. Esta generación ya no fue enseñada a sentarse correctamente en la mesa dónde comen sin poner los codos sobre ella ni hablar con la boca llena de comida. Mucho menos despreciar la comida sana y nutritiva a cambio de la chatarra que ellos consumen hoy. Las mujeres de nuestra edad fueron enseñadas a ser esposas, madres y maestras de sus hijos. Los hombres de nuestra edad fueron enseñados a ser esposos fieles, trabajadores y protectores de su familia, en donde èl era quién mandaba y no uno de sus chichìs.
La época post Josué no tiene nada de que asombrarnos. Hoy estamos viviendo lo mismo. Razón tiene el Eclesiastés cuando dice que lo que fue es y lo que es serà. Triste, triste, triste.