Por: Pastor Edgar López Bertrand Jr/ Iglesia Bautista Amigos de Israel
¿Qué entendemos por compulsión?
Compulsión: Impulso o deseo intenso o vehemente de hacer una cosa.
Según el Psicoanálisis, se describe como un comportamiento repetitivo que se utiliza para dar salida a la frustración de no satisfacer deseos que nacen en la parte más inconsciente y pasional de la mente.
Todo me está permitido», pero no todo es para mi bien. «Todo me está permitido», pero no dejaré que nada me domine.
1 Corintios 6:12 | NVI
Podemos decir entonces que las compulsiones son formas de compensar la imposibilidad de dar respuesta a un deseo de tipo emocional a la vez que se mantiene a la conciencia distraída y alejada de la verdadera fuente de la frustración.
Para el enfoque psicoanalítico, la compulsión es una manera de enmascarar una necesidad cuya idea se intenta reprimir para que no pase a la parte consciente de la Psique. También se dice que la compulsión es un fenómeno que se debe a una asociación desadaptativa, es decir que las compulsiones son fruto de un aprendizaje que trata de dar respuesta a una sensación de malestar.
Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir.
1 Corintios 10:13 | NVI
Algunas sintomatologías de tener una compulsión son: Lavado de manos frecuente, ordenar cierta zona de la casa demasiado, lavar la ropa siguiendo siempre los mismos pasos, o sea en el mismo orden, la necesidad de comprobar varias veces si se ha cerrado con llave una puerta o gaveta, entre otras.
La clave para controlar una compulsión es la moderación, incluso las cosas buenas pueden convertirse en un obstáculo para nosotros si no se usan con moderación. El chocolate es bueno, pero si se come demasiado es perjudicial. El sueño es necesario, pero la biblia dice que demasiado sueño conduce a la pobreza (Proverbios 6:9-11).
Los niños por naturaleza no son moderados, desean escuchar la misma historia una y otra vez, quieren comer algo en exceso; les falta de moderación para expresar las emociones.
Parte de la madurez es aprender a decirse a sí mismo “no”, es decir, aprender el valor de la moderación.
En efecto, si hemos estado unidos con él en su muerte, sin duda también estaremos unidos con él en su resurrección. Sabemos que nuestra vieja naturaleza fue crucificada con él para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado.
Romanos 6:5-6 | NVI
Practicar la moderación es una buena disciplina. De hecho, el dominio propio es una de las cualidades que el Espíritu Santo produce en la vida de un creyente (Gálatas 5:22-23). Cuando no estamos viviendo en moderación, cuando nos falta el dominio propio en cierta área de nuestras vidas, puede indicar que no estamos dejando que Dios llegue plenamente en esa área.
En nuestras vidas privadas debemos moderar algunas acciones que pueden convertirse en compulsiones, las compras, la tv, el internet, el teléfono móvil. No perdamos de vista que lo único que no necesita moderación es Dios en nuestras vidas, a mayor comunión mayor bendición; Dios merece nuestra total atención y dedicación ya que producirá resultados maravillosos en cada uno de aquellos que le busquen en espíritu y en verdad.
Estén alerta y oren para que no caigan en tentación. El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil.
Mateo 26:41 | NVI
Aquí te dejo cuatro formas para que puedas ejercer control sobre los rituales que se convirtieron en obsesiones, puedes empezar por la que te resulte más fácil o convincente.
- Aplazar el ritual durante un tiempo, que irá aumentando poco a poco.
- Llevar a cabo el ritual lentamente, mientras te esfuerzas en pensar lentamente y en hacer respiración diafragmática lenta y en ir relajando tus músculos.
- Cambiar algún aspecto del ritual.
- Añadir una consecuencia al ritual.
No te dejes vencer por el mal, sino vence el mal con el bien.