(Este escrito nació después de una plática con mi esposa Marìa Elena)
Gènesis 16:6: “Y Sarai la trató muy mal y ella huyó de su presencia.”
Bueno, para el pueblo de Israel, Sara es una de las matriarcas màs importantes de su gènesis como pueblo del Señor. Es cierto. Sara es un ejemplo de virtudes y extremadamente sujeta a su esposo Abraham. Además es la madre biológica de Isaac, de quien viene la promesa que Dios le hizo al patriarca con respecto a su descendencia.
Pero Sara no fue perfecta. Tuvo sus momentos -como toda esposa-, en los cuales negó rotundamente su fe en el Creador, en el Señor que les había hecho promesas maravillosas. Sara fracasó en varias cosas, pero la màs importante fue que nunca mostró la gracia y misericordia que Dios había tenido con ella a su sierva Agar.
Primero la utiliza para que Abraham tuviera un hijo con ella. Está bien. Es asunto puramente cultural. Los siervos eran propiedad de los amos y estos eran dueños de su vida. No discutamos ese punto. Luego, después presume de que el “hijo” que Dios les había prometido ya lo tenía en su regazo. Lógicamente, Agar se siente privilegiada por el honor de servir a sus señores que son evangélicos y disfrutan del favor del Dios que los bendice. Recordemos que Agar es netamente egipcia. No conoce otros dioses màs que los ídolos y el paganismo egipcio. Ahora vive en la casa o cultura de unos hebreos que dicen adorar a un Dios que hace milagros y que influye prácticamente en la vida de sus adoradores.
Agar tiene la hermosa oportunidad de ver actuar al Dios de los hebreos. Indudablemente ve a su amo Abraham cuando levanta altares a su Dios. Cuando hace oraciones y plegarias que le son respondidas. Posiblemente vio a los tres àngeles que llegan una tarde a visitarlo. Agar observa la vida de sus señores cuando les escucha hablar de las maravillas del Dios que les ayuda a caminar por el desierto proveyéndoles todo lo necesario.
Pero -siempre hay un “pero” ¿verdad?-, y el “pero” de Sara llega cuando queda embarazada y nace su bebé. El hijo de la sierva ya estorba. No pueden estar los dos hijos en casa. Uno de los dos tiene que irse de allí. Y el hilo màs delgado es Ismael. A Sara no le importa que sea hijo de su esposo y que ella misma lo invitó a acostarse con la sirvienta. Ahora que las cosas han cambiado en su entorno y que disfruta de su propia maternidad, la sierva ya no sirve para nada. Los años que ha estado con ellos sirviéndoles, atendiéndolos, cocinando y lavando la ropa para ellos quedan tirados a la basura con tal que su bebé no tenga competencia con los kellogs de su niño. Que no tenga que prestarle su bici ni sus juguetes a ese hijo de la sirvienta. Sara entra en un ambiente en donde su fracaso se hace evidente.
Deshizo con sus propias palabras y conductas lo que debió construir: la fe en su Dios en la sierva. No pensò que Agar debió haber conocido a Jehovà como su Señor y Dios. Hechò todo a perder con su egoísmo, su linaje de princesa y su autoridad como señora de la casa. Es decir, fue ingrata no solo con el Dios que la había bendecido con el servicio de su sierva, sino con el hijo de su esposo. La crueldad en su máxima expresión.
Sara es el ejemplo vivo de muchas mujeres cristianas de hoy: Nunca llevan a su sirvienta a la Iglesia para que conozcan al Salvador de sus vidas. Nunca las llevan en sus carros de lujo o medio lujo porque no quieren rebajarse a llevar con ellas a su servidumbre. Es decir, les gusta “ganar” almas fuera de sus casas, pero el alma de sus empleadas o empleados nunca las ganan. Y si las llevan al restaurante a reunirse con sus amigas, es para que les cuiden a sus consentidos, mientras ellas comen y chismorrean a su antojo, la pobre muchacha está afuera aguantando hambre cuidando al niño. Para eso le pago, hermano Carlos.
Agar no conoció personalmente al Dios de Abraham y de Sara. Se perdió un alma por el orgullo, la petulancia y la soberbia de una mujer que no supo gobernar sus instintos femeninos. No tuvo misericordia ni influencia positiva en su servidumbre.
Lea lo que dice la Biblia con respecto a Agar y el matrimonio de su hijo Ismael: Gèn. 21:21: “Y habitó en el desierto de Parán, y su madre tomó para él una mujer de la tierra de Egipto” ¿Por qué escogió una egipcia para su hijo en lugar de una evangélica? La respuesta es lógica: Agar no vio a la evangélica Sara actuando con amor, respeto y misericordia. Quedó tan decepcionada de la conducta de aquella señora que decía amar a Dios pero nunca lo demostró con sus hechos.