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viernes, abril 26, 2024

El Credo Apostólico

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Es importante recordar que, aunque para la iglesia de hoy, el Nuevo Testamento es muy familiar, en el principio de la iglesia no fue así. La iglesia apostólica, la iglesia primitiva, la iglesia del primer siglo, tenía un conocimiento limitado del Nuevo Testamento. Aún no se conocían las epístolas paulinas, los evangelios sinópticos se escribieron probablemente por los años 60, y Apocalipsis y Hebreos todavía no eran aceptados como inspirados.

La Didache, el Pastor de Hermas, la epístola de Bernabé y otros documentos parecían tener algún valor espiritual para algunas Iglesias y trataron de ser introducidos como escritura inspirada. Por esa razón es que la doctrina verdadera todavía tenía dificultades para ser reconocida. Los apóstoles y después los llamados padres apostólicos eran los únicos garantes de la verdad inspirada. Pero no era fácil en esos tiempos difundir la verdad inspirada.

Al igual que la iglesia actual, las primeras Iglesias también tenían dificultades para lograr que los hermanos asistieran a los cultos con regularidad, que oraran y escudriñaran las escrituras. Por eso es que idearon la memorización de las doctrinas cristianas fundamentales presentando una fórmula corta pero a la vez completa que los hermanos pudieran declarar con la seguridad de entenderla y creerla de manera que, a falta de acceso a las escrituras, tuvieran unanimidad de fe. A esta fórmula se le conoció desde la antigüedad con el nombre de Credo Apostólico se le llamó así porque se atribuye por tradición que fue escrito por los apóstoles.

Demás está decir que el Credo Apostólico no es una invención de la religión romana, puesto que esa religión apareció varios siglos después de los apóstoles.

Hasta hoy, él Credo Apostólico es recitado en las misas católicas pero adaptado a las creencias de ellos, por lo que podemos afirmar que es una deformación del Credo original.

El Credo Apostólico es una declaración de fe en el Padre, él Hijo, él Espíritu Santo, la Iglesia, pero destacando la obra de Cristo con bastante detalle.

En el concilio de Nicea, en 325 DC,se modificó el Credo original para adaptarlo a enfrentar la crisis del momento, el arrianismo, que negaba la divinidad del Señor Jesucristo. Más tarde Atanasio extendió el Credo para hacerlo más explicativo, pero difícil de memorizar. Sin embargo el Credo de Atanasio es reconocido como un referente de la sana doctrina desde entonces ya que contribuyó a un mejor entendimiento de la cristología bíblica y desbarató para siempre la herejía arriana.

Podemos afirmar que para el siglo tercero, ya había más difusión del Nuevo Testamento, las iglesias ya tenían posesión de las escrituras, y por tanto, el uso del Credo fue disminuyendo. Resumir el Nuevo Testamento en un Credo, limita el entendimiento espiritual de la Biblia. Los primeros teólogos que tuvieron acceso al Nuevo Testamento, hacían sus propuestas teológicas basadas en los escritos inspirados y no en el Credo Apostólico.

La iglesia actual debe descansar sus enseñanzas estrictamente en la Palabra de Dios, en la Biblia y no en escritos de hombres que, aunque sean muy espirituales y veraces, pueden contener errores. Podemos compartir ideas, criterios, posiciones y aceptar o rechazar después de examinar si es correcto, si es verdadero lo que nos enseñan. El Credo Apostólico era muy correcto en sus declaraciones, pero era salido de la mente humana, falible e imperfecta.

Hoy tenemos total acceso a la Biblia, ya no necesitamos credos o algún recurso ritual o litúrgico para comprender el mensaje del evangelio. Necesitamos meditar en la Palabra día y noche para, no sólo conocer, sino creer y entender el pensamiento de Dios y de esa manera obedecer las palabras de nuestro Señor Jesucristo: Hágase tu voluntad como en el cielo también en la tierra.

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