Por: Mario Vega / pastor General Misión Cristiana Elim
Las pandillas han demostrado poseer una dirección unificada con una notable capacidad de adaptación a las condiciones de los tiempos. Esa plasticidad se expresa en su organización atomizada pero corporativa, autónoma pero centralizada, en su rígida disciplina, su secretismo, su sucesión de mando infinita y su capacidad de negociación política. Las pandillas también poseen la habilidad de una coordinación trasnacional que se manifiesta, sobre todo, en el Triángulo Norte de Centroamérica. Como ciudadanos, solamente nos enteramos de que un giro estratégico ha ocurrido por sus efectos en la vida diaria. Así, se puede deducir que un cambio importante ha ocurrido en los últimos cinco años. Observemos la tasa de homicidios por cada cien mil habitantes entre los años 2015 a 2019 en la región.
Lo primero que se observa es que se ha producido un descenso sostenido de homicidios, no solamente en El Salvador y no solo en los últimos meses, sino que en toda el área y desde hace cinco años. El fenómeno no responde a políticas locales sino a un factor transnacional. En segundo lugar, se observa que el año de mayor quiebre fue 2017, cuando se produjo el porcentaje más acentuado de reducción de homicidios.
El explicar por qué las pandillas han tomado la decisión de reducir los homicidios como estrategia regional nos introduce al campo de los supuestos. Pero, sin pretender ser exhaustivos, se pueden adelantar algunos de ellos. Un supuesto sería la consolidación de los territorios. Los homicidios por disputas territoriales entre pandillas son ahora la excepción. La embestida represiva de los gobiernos les ha llevado a cambiar al enemigo primordial y ha facilitado las alianzas entre ellas. Esa es la razón por la que colocar privados de libertad de pandillas contrarias en un mismo penal ya no provoca las matanzas de años pasados, mas bien, facilita la comunicación entre ellas. Otro supuesto sería que el respeto a los territorios ganados supone el control de las estructuras de extorsión dentro de ellos, sumadas a la absorción popular de la cultura del «ver, oír y callar». Ya no se hace necesaria la fuerza letal para que las personas paguen la extorsión, la cual, es naturalizada como parte de los gastos de operación de los comerciantes y, algunas veces, trasladada a los empleados.
La prioridad de las pandillas no es terminar con las fuerzas públicas, ni el homicidio como fin existencial. Su objeto es ganar respeto y reemplazar la humillación por autoestima. Es innecesario continuar una batalla sangrienta cuando las metas reales las han alcanzado. Esas metas solo serán neutralizadas cuando se reduzcan los niveles de marginalidad, algo que se ha dicho hasta el cansancio, pero nunca enfrentado. La sociedad ha sido reactiva ante los giros estratégicos de las pandillas. ¿Podremos por primera vez ser proactivos y anticiparnos para buscar soluciones inteligentes frente al nuevo momento?