Exodo 4:3 “Y él la echó en tierra y se convirtió en una serpiente; y Moisés huyó de ella.”
Un gran hombre. Estadista. Libertador. Excelente guía. Paciente como nadie. Temeroso de Dios. Valiente. Guerrero, defensor de la mujer y muchas virtudes màs. Pero no fue perfecto. Tuvo sus traumas y conflictos personales.
Adoptado dos veces. Una por la hija de Faraón y la segunda por Jetro, el sacerdote de Madian. El haberlo echado al agua del rio Nilo lo marcó con un síndrome de abandono materno. Eso afectó muchas áreas de su alma y lo volvió un hombre miedoso y huidizo.
Hay persona que nos hablan y ni las escuchamos, que nos hieren y no dejan cicatrices. Pero hay personas que simplemente aparecen en nuestra vida y nos marcan para siempre. Eso sucedió a Moisés. Su paso por el palacio real de Egipto lo marcó de una manera indeleble. Un dìa quiso defender a un hebreo que estaba siendo ultrajado por un egipcio y se le fue la mano. Lo desnucó y lo mato dejándolo enterrado en la arena. Eso motivó un autoexilio a Madian en donde se casó y tuvo dos hijos. Su vida se vio envuelta en un maremàgnum de torbellinos y se dedicó a apacentar ovejas ajenas.
Un dìa Dios se le aparece. Sì, se le aparece al hombre que creía que no valía nada. Un hombre cuya autoestima estaba por los suelos. No quería saber nada de Egipto, ni de su gente mucho menos de sus hermanos. Se le aparece a un hombre lleno de rencores y amarguras por el pasado escabroso y el recuerdo amargo de haber asesinado a un ser humano. Un hombre sobre cuya cabeza el péndulo de la sentencia de muerte se balanceaba todos los días. Y èl lo sabìa. Era un hombre marcado. Marcado por el infortunio y por la tragedia que había alcanzado su juventud en su paìs adoptivo.
Algunos causan felicidad a donde vayan, otros, cuando se van. Eso sucedió con Moisés. Cuando salió huyendo de Egipto muchos descansaron tranquilos porque el hijo adoptivo de la hija de Faraón no iba a ser heredero al trono. No. Dios tenía planes màs grandes para su hombre Moisés. El trono de Egipto no era opción para èl. Los planes de Dios eran màs grandes y mejores.
Así que en la zarza Dios le habla. Y lo comisiona para que vaya a Egipto pero no a gobernar sino a ordenarle al Faraón que deje salir al pueblo hebreo a la libertad. Pero antes la Biblia nos da algunos detalles de la conducta interna del líder que Dios ve como tal, pero que el líder en cuestión no se ve así. Y le hace algunas pruebas. Entre ellas, para mostrarle que Dios es Poderoso para curar heridas, le dice que tire la vara que tiene en su mano. Al caer en tierra, la vara pastoril se convierte en serpiente. Y Moisés huye. Tiene miedo. Las serpientes han sido su amenaza en el desierto que conoce muy bien y sabe del efecto mortal de su veneno. A Moisés le brota el miedo que anida en su corazón. Y Dios le dice que la tome por la cola y se vuelve a convertir en vara.
La pregunta que tenemos aquí es: ¿Por qué en serpiente? ¿Por qué no en un león? ¿Acaso no sabemos que la serpiente fue el animal que indujo a la primera pareja a pecar en el Edén?¿Qué misterio se esconde en este acto divino?
Bueno, para empezar, la serpiente no fue la mala. La serpiente fue el vehículo que Satanas usó para inducir al pecado a los esposos del Edén. La serpiente era un animal bello. Sus colores, su inteligencia y su forma corporal. Y otro detalle importante que la serpiente nos brinda es que es el único animal capaz de reinventarse. Es el único animal que cuando su piel se pone vieja y dura, se restriega contra la aspereza de la roca y se roza hasta arrancársela a pesar del dolor. La serpiente es el único animal que cambia constantemente para rejuvenecerse. Como al águila, la serpiente cambia de cuando en cuando para volver a tener una nueva vida. Una nueva oportunidad de seguir cazando y cumplir el propósito para el cual fue creada.
Dios le está mostrando a Moisés con este acto que èl también puede ser como la serpiente: Reinventarse. Hacer en su vida y en su alma una reingenierìa espiritual para ser lo que debe ser: Un hombre capaz de volver a renacer con un nuevo horizonte. Con una nueva visiòn. Como la serpiente, Dios le está diciendo a Moisés que debe dejar allí en la zarza la vieja naturaleza cobarde y miedosa en que lo habían convertido sus traumas y conflictos del pasado. Dios le estaba enseñando que èl también podía salir rejuvenecido, con nuevas fuerzas, con una nueva confianza en el Dios que es capaz de transformarnos y cambiar nuestra naturaleza vieja por una nueva. Que nos está enviando a cumplir una misión para la cual fuimos creados. Ser libres y libertadores de otros.
Pero primero debemos dejar la vieja piel pecadora que nos estorba para poder ser las personas triunfantes y victoriosas que Dios ve dentro de cada uno de nosotros. Así de simple.
Soli Deo Gloria