2 Sam. 13:39 “Y el rey David ansiaba ir adonde estaba Absalón…”
Hace años preparé un tema para el Ministerio Rema (siglas de Restauraciòn Matrimonial, el ministerio con el que iniciamos nuestro camino de fe) que titulé “Padres Huérfanos”. Habla de los padres que nos hemos quedado sin hijos. No es que se hayan muerto, sino que han tomado sus propios caminos y poco a poco se han ido olvidando de nosotros. Ahora que ya tienen su propio hogar, su familia y sus hijos, se han ido olvidando de nuestros cumpleaños, nuestras fiestas y de muchas cosas màs.
Como David que anhela ver a su hijo Absalòn. Absalòn se fue al exilio por motivos un poco fuertes que sucedieron en la familia de David. Pero ahora Absalòn ya no es el niño que David podía gobernar. Se le fue el tiempo tratando de ordenar el reino, el palacio y los ejércitos de Israel. Se le fue el tiempo de jugar y platicar con su hijo amado. Tenía otros hijos, es cierto, pero Absalòn era algo especial para èl. Pero ahora su hijo ya no está. Ahora se ha olvidado que el gran rey de Israel es su padre. Algo sucedió en el interior de Absalòn que ha tomado la decisión de irse de casa y olvidarse de todo.
Y es que David estuvo muy ocupado. Haciendo guerras. Dirigiendo ejércitos. Ordenando los planes de batalla, entrenando soldados, mientras su pequeño y querido hijo deseaba jugar con èl a los soldaditos. Pero David no tuvo tiempo. Y cuando lo buscó, el tiempo y el hijo se le habían ido. Ya era muy tarde. Ahora David está solo. Paseàndose por el terrado esperando ver si a la distancia regresa su hijo. Pero no. No regresó. David quedó huérfano.
Padres y madres: Hoy es un tiempo de olvidarse de todo y de todos. Hoy es un tiempo de ir al cuarto del hijo o de la hija y platicar con ellos. De preguntarles cómo están. Si hay alguien que les guste como a usted le gustó su pareja en su tiempo. Hoy es el momento de sentarse con ellos y hablar. Hablar hasta el cansancio y que compartan con usted sus conflictos, sus penas y sus proyectos. Apagar por un momento su celular y darles el canal de comunicación a ellos. Que ellos le cuenten qué les duele. Con qué sueñan. Qué espera ser cuando se vayan a su destino. Hoy es el momento de platicar con ellos, de jugar, de darles la pizza que tanto desean, de darles los abrazos que necesitan, los besos que buscarán en otros labios.
Rashi, el gran maestro del judaísmo medieval enseña que ser santo no significa aislarse de los demás. Ser santo, según èl, es estar con los demás sin ser como los demás. Y eso aplica a la familia. La santidad incluye como ser padres. Porque es un hecho que los niños, como los animales, aprenden del ejemplo. Son -y fuimos- seres de imitación. Cuando niños aprendimos de nuestros padres o tutores. Es por eso que en el tiempo de Pablo se le daba mucha importancia al maestro de los hijos de los judìos y el apóstol lo parangona al ayo que fue la ley y luego lo entrega al Espíritu Santo.
Este ayo era el responsable de influir en la conducta santa y completa del niño que tenía bajo su cuidado. Los padres somos los responsables de influenciar a nuestros hijos de todo lo que van a necesitar para su transitar por la vida. Eso indica que la presencia física, emotiva, material y espiritual del padre es vital para el buen desarrollo de los hijos sean hombres o mujercitas.
Pero la cultura de hoy ha asesinado este concepto. Hoy los hijos crecen sin un modelo adecuado de como ser hombres. De como ser esposos. De como ser ejemplos para los hijos, de como deben tratar a la madre para que luego sepan como tratar a la esposa y madre de sus propios hijos.
Tristemente -y la iglesia evangélica lo avala-, le enseñan a los hombres a ser buenos servidores en la iglesia pero malos esposos en los hogares. Mientras ellos están ocupados “sirviendo al Señor” están abandonando su verdadero rol diseñado por Dios: Ser el guía, el maestro y el tutor de la siguiente generación. Al final, se quedarán huérfanos. Sus hijos se irán de casa como èl se fue cuando lo necesitaron para aprender de èl.
Eviten ser padres huérfanos. No permitan que este tiempo de estar en casa se les vaya de las manos y pierdan la preciosa oportunidad de dejar en sus hijos un buen recuerdo y que ellos quieran regresar cuando la vida los reclame. Antes de llorar mañana, ría con ellos hoy.
SOLI DEO GLORIA