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martes, noviembre 26, 2024

Tocando puertas

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Apocalipsis 3:20 “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo”

Generalmente, los evangelistas usan porciones de la Biblia fuera de su contexto en un afán de convertir a la gente al Reino de Dios. Algunos lógicamente, han estudiado teología y hermenéutica y saben manejar los versos dentro de su contexto. Pero también hay o habemos pastores que con tal de que la gente se entregue al Señor abusamos de esas reglas y cometemos errores doctrinales. Esta es una autocrítica, por supuesto.

Uno de esos versos es Apocalipsis 3:20 “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo” Estas palabras el Señor se las está diciendo a la iglesia de Laodicea. No está hablando con incrédulos, con no convertidos. Este texto es para los miembros de una iglesia.

Si en algo se parece la iglesia en estos momentos a la congregación del primer siglo, es lo que estamos pasando actualmente. Hoy estamos exactamente como estaba la iglesia naciente en los tiempos de Hechos y de Pablo. Al convertirse al Señor, estaban abandonando las sinagogas y como no habían construido edificios para albergarlos, se reunían en casas. Muchos lo hacían a puerta cerrada para evitar el azote de los enemigos del nuevo Reino que se estaba implantando. Pero algunos habían caído en religión nuevamente. Ya habían perdido el fuego inicial y se habían vuelto a sus rudimentos antiguos. Es cierto, ya no iban a la sinagoga pero la sinagoga estaba dentro de ellos. Sus costumbres, ritos, apatía, religiosidad, falta de santidad y muchas cosas màs se estaban manifestando entre ellos.

Es a ellos a quienes el Señor les dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo…” Quisiera que me dejen entrar a su casa para ver si adoran al Señor o a sus dioses. Quiero ver como se tratan entre sí. Como los hijos responden a sus padres. Como se están vistiendo las mamás. Como están comiendo en sus mesas. Quiero escuchar sus platicas. Quiero ver que hacen en las madrugadas, a ver si es cierto que están orando. Quiero sentarme en su mesa para cenar entre ustedes. Quiero ver como se comportan mis siervos. Si son genuinos o hipócritas. Quiero ver si al que nombré pastor del grupo es pastor en su familia. En una palabra, estoy tocando a la puerta de tu casa para ver qué hay dentro de ella.

Esto es lo que la iglesia no enseña a sus miembros. Es por eso que el evangelio actualmente no tiene el poder que debe tener. Es ese Poder que solo el Espíritu Santo nos da para dar un verdadero testimonio de que en nosotros se ha operado un cambio no solo de confesión, pero también de vida, de conducta y de hechos.

En los tiempos primarios de la iglesia la gente veía como vivían los primeros convertidos y eso era un testimonio para el resto que no creía en Jesucristo. ¿Qué fue lo que impactó la vida de aquel joven fariseo llamado Saulo? El testimonio valeroso e impactante de otro joven, Esteban. Saulo nunca había visto a alguien morir por su líder. Es cierto, había visto revueltas políticas, reclamos sociales hacia los romanos y hacia las altas esferas del Templo, pero nunca había visto que alguien tuviera un rostro tan hermosamente transformado a la hora de recibir pedradas. Esteban fue quien empezó la obra de socavación religiosa de Saulo, Jesus terminó esa obra camino a Damasco.

Pero nosotros, hoy, no estamos enseñando a los cristianos o no quieren aprender, que el verdadero Evangelio de Jesucristo es algo que debe cambiar de adentro hacia afuera. Es algo centrípeto que tiene que verse en lo exterior.

No quiero criticar, pero es màs fácil ponerlos a estudiar teología para que dejen las cosas del mundo que ocuparnos en enseñarles las verdades del Reino de Dios. El conocimiento no cambia. Si no me cree, vea a cualquier profesional de cinco estrellas usando un lenguaje profano del màs bajo nivel. Vea profesionales, hombres o mujeres con diplomas de alta calificación con conductas reprochables. El conocimiento per sé, no transforma. Lo único que puede transformar el alma humana es la Palabra viva, la Palabra de Dios.

¿Qué va a encontrar Jesus cuando toque a la puerta de su casa? ¡Si es que usted lo deja entrar, por supuesto! Por eso dijo: “Si alguno abre la puerta…”

SOLI DEO GLORIA

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