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viernes, marzo 29, 2024

Sin aliento

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Yo tuve la bendición de tener un padre sustituto que se ocupó de enseñarme muchas cosas. Una de ellas fue aprender leyendo de todo. Desde Antologías Poéticas, pasando por los filósofos griegos y romanos, hasta los libros màs intrincados para un joven de diez u once años como la Divina Comedia o los Diálogos de Platón. Luego de un par de semanas, me llamaba y mientras èl y mi mamá cenaban, me preguntaba: ¿Qué aprendiste de ese libro? Cuéntame y háblame de èl. Cada libro era un deber que debía sacar con buenas notas. Aparte, por supuesto de mis deberes de la escuela. Bendigo su memoria por el hermoso legado que me dejó para mi vida presente. Incluso mi mamá adoptó el habito de la lectura.

Anoche estábamos viendo con mi esposa un documental sobre la Isla Borneo. En esa isla, que por ser virgen, todo es grande. Allí están los animales màs raros del reino animal y los màs grandes. Entre ellos está la pitón màs grande del mundo. Seis metros de largo, el ancho del cuerpo de un ser humano. Come una vez al año. Pero cuando come, come. Su presa: ciervos con un peso de noventa a ciento veinte libras de peso. No es venenosa, es constrictora. Los atrapa con su boca y luego se enrosca en ellos hasta asfixiarlos. Los deja sin aliento. Les quiebra los huesos y fin de la historia. Hasta dentro de un año.

Nosotros los cristianos somos personas con dos alientos: El aliento del aire que respiramos y el aliento de Dios en nuestra alma. El animal màs parecido al Diablo, viendo el documental creo que es la pitón. Porque el Diablo le ha robado el aliento a muchos hermanos. Los ha dejado sin fuerzas para elevarse a niveles nuevos de fe. Los ha quebrantado de tal manera que los deja inanimados, sin vigor para creer en milagros, sin sueños que alcanzar ni proyectos nuevos que realizar. Esta pitón les ha robado el Aliento divino para que no adoren, para que no canten de júbilo, para que no pidan ayuda y se consuman entre sus dolores, les roba el aliento Divino para que vayan a la iglesia pero no sientan el gozo de cantar para el Señor.

Si, es cierto, siguen respirando el aire, pero ya no tienen aliento para ayudar a otros. Para ser de bendición, para compartir sus historias de triunfos y victorias. La pitón los ha dejado quebrantados y sin el Aliento de Dios para hacer milagros, para llorar de tristeza o de alegría. Pienso que por eso la Escritura dice: Todo lo que respira, alabe al Señor. Pero estos cristianos ya no pueden alabar al Señor porque se han quedado sin poder respirar ese Aliento.

Hoy que estamos encerrados en casa, muchos ya no pueden hacer nada por nadie. A medida que pasa el tiempo se han quedado sin aliento para seguir creyendo, para seguir teniendo fe en el Poder de Dios para suplir sus necesidades. Son los que han sido estrangulados por el enemigo de sus vidas espirituales. Ya no saben como orar y esperar con paciencia que el Señor obre a favor de ellos.

Sabemos perfectamente que el hombre es un animal de costumbres. Acostumbrarse a un ritmo de vida espiritual sin que nadie nos mueva la alfombra de comodidad es peligroso porque caemos en el peligro de dar todo por hecho. De creer que Dios está allí porque sí, porque nos ama y porque lo ha prometido. Y es cierto, porque Èl no miente. Pero también nos dice como a Josué: Esfuérzate y se valiente. ¿Para qué nos dirá que nos esforcemos si ya no habría nada para qué esforzarnos? Esa confusión es la que ha provocado que muchos evangélicos se pierdan la belleza de los milagros que Dios quiere hacer en nosotros, no por nuestro esfuerzo en sí, sino en nuestro esfuerzo en creerle, en no desmayar, en no perder el paso ni permitir que la pitón nos robe el aliento de seguir esperando dìa tras dìa que el Señor nos sorprenda.

Algunos han perdido el aliento de seguir amando a su pareja. Todo el dìa metido en casa, para un hombre acostumbrado a pasar un buen tiempo fuera de ella, sin lidiar con las exigencias del hogar, de su esposa e hijos, y de pronto se ve encerrado en ese espacio, con el pasar del tiempo ya no sabe qué hacer. No está acostumbrado a servir a su familia como un padre cualquiera que ha vivido al lado de ellos. Es normal que se estrese y pierda fácilmente los estribos. ¿Y que tal la mujer que ha trabajado fuera de casa por mucho tiempo y ahora tiene que estar veinticuatro horas cuidando a sus hijos, lavando y planchando y cocinando? ¿Tendrán aliento para seguir una semana màs? Me pregunto: Así como se ha descubierto que en estos tiempos ha abundado la violencia doméstica en los hogares, ¿cuántos divorcios habrá cuando todo esto pase? Vaya usted a saber.

SOLI DEO GLORIA

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