Todos vivimos con un perezoso en nuestra casa. Es un vago tan vago que si no lo obligo a trabajar se quedará atrofiado para siempre. Es un ser que tiene un potencial infinito. Cuando se le obliga, es capaz de hacer hazañas que nunca se habría imaginado. Este vago perezoso necesita ser puesto a trabajar, a crear, a sacar lo mejor que tenga dentro de èl, porque tiene potenciales enormes pero a causa de no activarlo, de no obligarlo a trabajar se queda oxidado para siempre. Ese es el problema de los jubilados. Se ponen de acuerdo con ese vago ingrato que los va matando poco a poco porque les dice que ya no son capaces de hacer nada igual que èl. Y ambos se van muriendo poco a poco.
Ese vago perezoso es nuestro cerebro. Pablo, conociendo a los griegos, posiblemente investigó a qué se debía su alto nivel de vida filosófica espiritual y física. Los griegos eran gente longeva por una razón: siempre estaban estudiando. Leyendo. Investigando. Aprendiendo. Y su cerebro siempre estaba siendo desafiado a aprender nuevas cosas y eso los llenaba de vida. Entonces dijo: Renovaos en el espíritu de vuestra mente. Pero también dijo: No os conforméis a este mundo. Así que les puso a los cristianos un reto: Renovar la mente sin conformarse a los deseos del mundo. Es decir, ser diferentes, distinguidos, conocedores de la vida, sabios, para estar listos para poder hablar del Evangelio a diferentes sectores de la sociedad, pero al mismo tiempo no volvernos como ellos. ¿Como se logra? Con la ayuda del Espíritu Santo. Dios nos llamó a ser un reino de Sacerdotes, gente santa, pueblo escogido ¿para qué? Para mostrar sus virtudes. El cerebro es el único órgano que si se sabe cultivar se va ensanchando con el tiempo.
Esa es la razón por la que los que se creen poderosos en la tierra menosprecian a los siervos de Dios. ¿Como es posible que solo Jesus, o Pablo o Elías fueron capaces de pararse frente a los sabios y ricos de este mundo para hablarles la verdad de la vida? Ellos sabían algo que nosotros no sabemos. Ellos practicaban algo que nosotros no practicamos. Pareciera que estoy incentivando el paganismo o la mezcla de pensamientos, pero hacen falta hombres de Dios que sean capaces de pararse frente a un gobernante que ha cursado estudios universitarios de alto nivel y pueda hablarle con libertad de los principios morales del Reino de Dios.
Tristemente el evangelio de los hombres nos han hecho tanto daño que nos prohibieron a muchos estudiar màs allà de las Escrituras porque para ese tiempo todo era pecado. Leer los periódicos era del Diablo, leer otros libros que no fueran de la Biblia era mundano, ver televisión y estar enterados del acontecer mundial era pérdida de tiempo y del cielo. Craso error. Hicieron una generación de evangélicos -disculpe el calificativo-, de ignorantes sociales. fueron nuestros pastores de aquel entonces que no nos permitieron cultivarnos màs, aprender cosas nuevas, aprender a discutir sanamente con argumentos válidos de conocimiento académico de acuerdo a la persona con quien estábamos hablando. Y se retiraban con la frente humillada y la vista hacia el suelo porque siempre perdían una discusión respecto a los conocimiento elementales del ser humano.
Nuestros maestros de antaño anhelaban tanto inculcarnos la santidad que nos negaron el privilegio de estudiar otros niveles de educación, conocer otros tanques de pensamiento y dejaron a nuestros antepasados en un oscurantismo intelectual que ahora no se permitiría en muchas escuelas teológicas. Cultivar el conocimiento es tan importante como renovar nuestra ropa, nuestra educación y nuestro conocimiento. Siempre he creído que cuando a alguien se le dice que no se junte con otros que no creen en Dios porque “lo puede contaminar” es porque no están seguros de lo que se les ha enseñado desde los púlpitos. Pablo dijo lo contrario: Examinen todo, lean de todo y aprovechen lo bueno. Aprenden a colar lo pagano de lo santo. Aprendan a discernir entre lo santo y lo profano. No permitan que su cerebro se oxide y les haga perderse los misterios hermosos que la vida de Dios tiene para nosotros.
No permita que su cerebro lo haga jubilarse antes de tiempo. No permita que lo postre en cama con Alzheimer y lo vaya acabando poco a poco. Rètelo, desafìelo, pòngale nuevas metas, escriba su diario, un libro, aprenda a cocinar algo diferente a las pupusas y frijoles con arroz. Y, por sobre todo, lea las Escrituras porque en ellas encontrara la vida eterna.
SOLI DEO GLORIA