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jueves, abril 18, 2024

Somos diferentes (Parte II)

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Gènesis 1.27 “…varón y hembra los creó…”

¿Por qué no podemos los hombres y mujeres ser iguales? Bueno, como he venido diciendo anteriormente, tenemos diferencias muy notables que nos hacen especiales. Tenemos igualdad en derechos pero no en funciones. Otro botón de muestra:

Una niña empieza a jugar con sus muñecas y trastecitos de cocina aproximadamente a los cuatro años. A esa edad tiene diálogos con su muñeca, le prepara su comida tal como hace su mamá, le pone el biberón en la boca y le habla palabras tiernas, le prepara su ropa, la acuesta en su cuna y la mece con ternura. Hasta aquí, todo es un juego, hasta que le pone nombre. De ese momento en adelante ya no es una muñeca, ahora es Juanita, Rosita o Alicia. Y ¡cuidado quién se la toca o golpea!  Ella sabe que su muñeca llamada Juanita la necesita para que la bañe, la peine y la vista. Se siente necesitada. ¿Què sucede? Aunque es niña aún, ya está brotando en ella la virtud de la maternidad. Algo inevitable. Pasado el tiempo y se convierte en mujer adulta, sigue siendo cuidadora, sigue sintiendo que es necesitada y se esmera por cumplir ese rol. Ahora no solo la necesitan sus hijos de carne y hueso, también la necesita su esposo, sus nietos y todos aquellos que se mueven en su entorno. Ella se siente necesaria en la vida de otros. Ese es el hermoso milagro de ser mujer.  Ahora ya no es un juego, es la realidad. Sigue meciendo en sus brazos a todo niño que se lo permite.

El niño empieza a jugar con sus carritos y soldaditos. Con el tiempo, empieza a formar su propio equipo de futbol y juega con sus muñecos sus propios partidos, grita ¡gooool! cuando sus manos mueven al jugador que lleva la pelota imaginaria a la meta. Cuando crece, ¡Oh! sorpresa: Aquel niño no ha dejado de jugar. Sigue siendo el niño que cada domingo sigue gritando ¡Gooool! cuando anotan un tanto. No importa si ahora es padre, tío o abuelo. Lo que es màs cierto, puede cambiar de barrio, puede cambiar algunos hábitos pero no cambia de partido. Su equipo de fut bol serà el suyo por siempre. Le debe fidelidad gane o pierda. Se enoja si pierde y llora de emoción cuando gana. ¿Qué pasò? Aquel niño internamente sigue siendo niño. Es por eso que para el hombre la vida se trata de jugar. A ganar o perder. Si consigue sus metas, es un ganador. Al contrario, si no lo logra, se siente un perdedor.

Es por eso que cuando el hombre sale de su casa para ir a trabajar, sale con la mentalidad de buscar sus metas, sus goles, sus triunfos. Y, como escribí anteriormente (ver parte 1), el hombre es un ser de apartados, ya va con su mente puesta en lo que hará ese dìa fuera de casa. Es decir, su casa, su esposa y sus hijos quedan fuera de ese paquete. En su cerebro se funden su agenda del dìa, sus ocupaciones y sus posibles victorias. No se prepara para la derrota, es por eso que un fracaso lo hunde en la depresión y la angustia, porque desde niño aprendió a ser un jugador de éxito y de triunfos.

Mientras, la esposa se queda en casa esperando que la llame para decirle que llegó bien, que no necesita nada, que todo está en su debido orden. Que a media mañana la llame para decirle que la extraña, que le hace falta y que está pensando en ella. La mujer se frustra cuando se da cuenta que el hombre que dice que la ama no se ocupa de hacerle saber que ella es necesaria en su vida aun a la distancia. Porque ella funciona de esta manera. Es por eso que cuando se reúnen después del trabajo la primera pregunta que ella hace es: ¿me extrañaste? ¿Te hice falta? ¿Pensaste en mi? ¿Que me trajiste? Aparte de que espera que pase horas y horas contándole que hizo, como reaccionó en sus trajines del dìa, como solucionó los problemas, como, como, como…

Èl, por su parte, solo quiere silencio. Solo quiere ver su televisión y volver a sus juegos nuevamente. “No me hables del trabajo por favor” es su frase de la noche. Porque ha vuelto el hombre de “apartados, mañana serà otro dìa”.

Dios así nos hizo, amables lectores. Aunque la sociedad diga que se puede cambiar de sexo es imposible. Nuestro Creador sabìa lo que hacía cuando dijo: “Varón y hembra los creó”.  No se vale cuando alguien dice: “Dentro de este cuerpo de hombre hay una mujer o dentro de este cuerpo de mujer hay un hombre”. No es cierto. Lo lamento. Dios no hizo tres, solo dos.

SOLI DEO GLORIA

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