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viernes, marzo 29, 2024

Diario de cuarentena de un pastor

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A mediados del mes de marzo la vida como la conocíamos los salvadoreños y el mundo entero (algunos antes, otros después) dio un giro de 180 grados, a cada quien desde su función nos tocó comenzar a luchar en una guerra que no dio señales previas, ni mucho menos conocíamos su alcance, una pandemia llegó de manera abrupta y estrepitosa, bajo la visualización de ese escenario surge la interrogante ¿Y Ahora qué?
Cada persona tiene un propósito único y especial, una tarea que cumplir, sin importar su contexto, las emociones se desbordan e inclinan la balanza hacia sentimientos negativos como el temor, la depresión, la ansiedad y otras expresiones que ponen un peso difícil de sostener y mucho menos nos permite avanzar. Nos corresponde ser repartidores de esperanza, no solo de palabra sino también de acciones.
En pocos días era el momento para ayudar al más necesitado, con un grupo de colegas pastores, encabezamos una iniciativa que lleva por nombre “Próximo Paso”, a través del cual llevamos a cabo iniciativas de oración en los diferentes municipios del país en conjunto con la Policía Nacional Civil, habilitamos un centro de recolección de alimentos para canalizarlos a las personas que ante la falta de ingresos entraron en escasez, ante la llegada de las tormentas Amanda y Cristobal se entregaron diversos insumos a albergues y familias que las lluvias los dejaron sin techo o la condición de vulnerabilidad de su vivienda no les facilitaba su retorno. ¿Cómo se ejecutan todas estas acciones? Los recursos son para compartir, es lo que predicamos pero también practicamos, es la mejor forma de vivir el evangelio de Jesús, Kemuel una iglesia Levantada por Dios está conformada por un amplio grupo de personas que tienen un corazón noble, dispuesto a extender la mano a aquel que más lo necesita, pero esto solo es el reflejo del ADN de los salvadoreños, trabajadores, solidarios, llenos de empatía.
Hay personas que su necesidad es de atención, de un consejo, acompañamiento en un proceso, respaldo en una crisis de enfermedad, orientación familiar, no perdamos la oportunidad de ser instrumentos de paz y catalizadores de alegría para otros.
Se han cumplido más de 140 días desde la última vez que tuvimos la oportunidad de vernos con muchas personas, pero hemos aprendido a reunirnos de manera virtual, con reuniones circunstánciales para repartir comida, asistir a un sepelio, reaccionar a alguna situación emergente. Etc.
Algunas lecciones que esta cuarentena nos está dejando son:

  1. Cuando se anunció la suspensión de actividades de toda índole, la Iglesia Cristiana Evangélica muy respetuosa de las instituciones consideró prudente acompañar estas decisiones por motivos de salud y de sentido común. Para quienes no era habitual el ir a una iglesia probablemente no es relevante el reunirse, cantar, adorar, recibir palabra, y crecer en Fe Cristiana; para la gran mayoría más que una costumbre, es una necesidad. Y esto es clave NO perder el seguir teniendo en nuestro corazón esa necesidad.
  2. La Iglesia Cristiana Evangélica moviliza de manera orgánica casi 3 millones de personas todos los domingos en El Salvador, pero más que números, somos personas que por misericordia asistimos como un acto de gratitud a Dios. Les invito a no dejar de congregarse, en este momento por redes sociales. Como dice el apóstol Pablo: No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros. Hebreos 10:25.
  3. No niego que la situación de la Iglesia, como la de otras organizaciones o sectores de la sociedad en cuanto a lo financiero es durísima, un claro reflejo de la situación en general, sin embargo hemos tratado de reinventarnos y no dejar de hacer lo más importante: predicar la palabra De Dios.
  4. Muchos han replanteado su vida, se volvieron emprendedores, renovaron sus sueños, le dieron nueva importancia a la familia, no se han rendido. Y la iglesia tampoco lo hará.
  5. Honro a aquellos que en estos días han partido a la presencia De Dios y a los que han despedido de manera tan surreal a sus seres queridos. Uno de los momento más difíciles de mi vida pastoral es haber acompañado en sepelios a personas cuyos familiares fallecieron de Covid-19, es desgarrador la soledad, la agonía y la frustración de los pocos familiares que se les permite asistir.
  6. Cuando volveremos a encontrarnos, solo Dios lo sabe, sin embargo por ningún motivo bajemos la guardia en nuestra Fe y compromiso con Dios, día a día, mes a mes. Dios tiene el control. Seamos más Hacedores de la palabra que nunca, menos de nosotros y más de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. Animo, ya falta poco.
    No son 140 largos días de Crisis, son 120 días más de batallas ganadas.
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