Romanos 10:9-10
Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.
Dios en su gran bondad y misericordia va trazando llamados en nuestra vida. Hace un largo tiempo atrás, cuando apenas contaba con 19 años de edad, visité a mi prima Bessy y sus dos pequeñas y tiernas hijas. Ella anhelaba que las niñas crecieran bajo la guía y temor del Señor, por lo que decidió matricularlas en un colegio cristiano, el cuál es ministerio de una iglesia. Mi prima me dió el encargo de llevar y recoger a las niñas. Así que, asistía algunas veces a las reuniones y eventos que realizaban en la iglesia y observaba como algunas mujeres me sonreían de manera acogedora y sincera. ¡Esto quedó grabado en mi mente!. Junto con las niñas, algunas veces tuve que ir a escuchar los mensajes que predicaba el Pastor. Y dentro de mí, pensaba: “Es lindo y puro estar con Dios Todopoderoso”, no obstante me continuaba fascinando mi supuesta “libertad”.
En el apartamento donde vivíamos, empecé a recordar las visitas a aquella cálida iglesia y precisamente estos recuerdos hicieron que me acercara a la misma. Decidí ir sola, a un culto por la tarde, y al finalizar la predicación escuché la oración más importante de mi vida:
El Predicador dijo:
¿Quiere usted recibir a Jesús como su Salvador personal? Dígale al Señor y repita conmigo: “Por favor, perdona todos mis pecados y salva mi alma, me doy cuenta que soy pecador. ¡Yo me arrepiento de toda mi maldad! Dios, te pido que entres en mi corazón y seas el Señor de mi vida. Dios, yo creo que Jesús es Tu Hijo, que murió por mis desobediencias en una cruz, pero también ¡que ha resucitado! Toma control de mi vida, yo me entrego a Ti. Señor, por favor, haz que todo esto te lo diga con sinceridad, con todo mi corazón. Gracias por escuchar mi oración y salvar mi alma, porque si muero un día, Tú estarás conmigo. Te pido esto en el nombre de Jesús.”
Me bastó con escuchar esto para confirmar que solo Él podría perdonarme, amarme incondicionalmente. Que solo Él podría permanecer a mi lado para siempre. Que era Él lo que yo necesitaba para sentirme segura, pues todo lo demás podría fallarme e irse un día. ¡Las lágrimas asomaron a mis mejillas!, así es que repetí esta oración que dijo el Predicador y levanté mi mano. Alguien acudió al llamado, Carolina Morán pudo confirmar mi decisión. A partir de ese día mi vida no fué igual, pues antes hacía muchas cosas y no tenía ningún tipo de remordimiento, pero ahora, cuando hacía alguna cosa que no debía, ya no me sentía tranquila, me quedaba sin paz…
Supe que Dios me amaba verdaderamente, que es un Padre amoroso, que decidió estar cerca de la humanidad y por tal razón envío a Su Hijo Jesús a este mundo para morir crucificado. El pagó con su vida, las faltas que tú y yo hemos cometido. Jesús decidió por obediencia a Su Padre y por amor a todos nosotros, dejarse ser insultado, golpeado brutalmente, abofeteado, y finalmente crucificado y morir en una cruz. Dios ha otorgado el Cordero para acercarse a ti, Dios quiere darte la vida eterna, que cuando tú fallezcas, vayas a la presencia del Padre y no a otro lado. Dios quiere adoptarte como Su hijo. Jesús permitió que Su sangre fuera derramada para que nosotros obtuviéramos el perdón de pecados, para que tú y yo podamos acercarnos al Padre. Él quiere otorgarte el perdón por tus culpas, quiere darte vida en abundancia, quiere darte la seguridad de que estará a tu lado para siempre, que nunca te abandonará ni te dejará. Jesús quiere consolarte, libertarte, bendecirte. Jesús, con gran amor dió su vida, pues ha venido a rescatar lo que se había perdido. ¿Quieres experimentar el amor de Jesús, el cuál es incondicional y para siempre?
Romanos 5:8
Mas Dios muestra su amor para con nosotros,
en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros