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jueves, marzo 28, 2024

Los rasgos no negociables para un líder cristiano

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Recientemente, al considerar la razón por la que caen nuestros líderes, analizamos la trágica historia de Adán, un personaje ficticio pero representativo de la realidad cristiana de nuestros días que cayó en un escandaloso pecado de inmoralidad. El mensaje de la historia de “este Adán” es simple: en nuestras congregaciones hemos fallado al promover –o con tan solo permitir– que los líderes sean establecidos solamente por su compromiso con la iglesia, por su aparente capacidad ministerial, por la cantidad de dinero que aportan a la obra, por su parentesco con otros líderes o –en el peor de los casos– simplemente por su simpatía y personalidad. En resumen, pareciera que para algunos imponer las manos con ligereza no representa un problema mientras las posiciones de liderazgo que consideramos necesarias son llenadas por alguien, al punto en que la madurez y el carácter no son el determinante principal del establecimiento de un líder. ¿Qué dice la Biblia? ¿Establecen las Escrituras cuáles son los rasgos no negociables para un líder cristiano? La respuesta es un sonoro sí.

Hay múltiples pasajes que pueden orientarnos para el establecimiento de líderes. Algunos son concisos pero detallados (como 1 Timoteo 3 o Tito capítulo 1), otros son abundantes y repletos de narrativa como el proceso de formación de los discípulos de Jesús en los cuatro evangelios. Si definimos el establecimiento de líderes desde la perspectiva del estudio de personajes en la Biblia, hay decenas tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Los ejemplos son tanto positivos, como la formación de Josué por parte de Moisés, como negativos en el caso de Diótrefes (en la tercera carta de Juan). ¿Quién querría poner como líder a alguien caracterizado por “querer tener el primer lugar” en la iglesia y que –parloteando palabras malignas contra otros líderes– controla de manera manipuladora y legalista a cuantos están bajo su autoridad? Sin embargo, aun el día de hoy encuentras a Diótrefes modernos en posiciones de liderazgo de algunas iglesias. El punto es que instrucción de Dios no nos falta, de lo que adolescemos es de obediencia.

Uno de los trozos de la Biblia que más claramente define los rasgos no negociables de un líder es la conversación entre Moisés y su suegro Jetro. Al ver el desatino de no trabajar en equipo (algo que a la larga es tan grave como tener a malos líderes acompañándote), Jetro le dio a Moisés el modelo estructural de liderazgo, modelo que se mantiene vigente hasta el día de hoy. En Éxodo 18:22 (RV60), el comando fue claro: “Ellos (los líderes) juzgarán al pueblo en todo tiempo; y todo asunto grave lo traerán a ti, y ellos juzgarán todo asunto pequeño. Así aliviarás la carga de sobre ti, y la llevarán ellos contigo.” Simple, ¿no? Si el trabajo es compartido con líderes que realmente lideran (un concepto que discutiremos más adelante), la obra puede llegar mucho más lejos. Sin embargo, tales líderes no eran voluntarios que de corazón querían servir, ni “el grupo más allegado a Moisés”. Ellos debían ser escogidos –por Moisés– basándose en cuatro parámetros. Yo te propongo que tales parámetros siguen vigentes. Los cuatro parámetros están definidos en Éxodo 18:21 (RV60): “Además escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia; y ponlos sobre el pueblo por jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez.”

  1. Un líder debe ser capaz. El primer requisito es ser una persona “de virtud”. Esta es una  buena palabra castellana traducida en la versión de 1909 como “poder”. Indica que quienes están en una posición de liderazgo deben ser personas muy capaces, no únicamente en su ministerio, sino en la composición misma de su persona. El término acá usado en hebreo es “CHAYIL” y se traduce como “capaces” en Génesis 47:6, como “diestros” en 1 Crónicas 8:40, como “muy eficaces” en 1 Crónicas 9:13 y como “de gran vigor” en Nehemías 11:14. El punto de Jetro es obvio. El liderazgo no es para los que tienen un temperamento débil o indolente. La iniciativa, la capacidad de autogestión y la motivación independiente son indispensables en un buen líder. Poner a alguien de líder que no hace bien lo que se le encomienda es arriesgar el avance del reino. Claro, no debe ser un súper hombre o una súper mujer, pero si no tiene la capacidad para llevar a cabo su función de líder no podrá soportar las presiones de estar en el liderazgo. La vida nos enseña que cuando alguien incapaz es puesto en una posición de líder tratará de ocultar su falta de capacidad con tiranía y envanecimiento.
  2. Un líder debe ser temeroso de Dios. Una manera más simple de expresar esta idea es que quien es líder debe procurar una vida santa. No hay espacio para pícaros o inmorales en el liderazgo del pueblo de Dios. No lo había en el tiempo de Moisés y no lo hay en nuestros días. Puede que uno de nosotros sea la persona más capaz en su campo, pero si no vive una vida santa simple y sencillamente no sirve para nada. Quienes establecemos líderes en nuestros días bien haríamos en leer la advertencia de Salmos 36:1-4. Cuando un líder no “aborrece el mal” pronto se jactará de que “su iniquidad no será hallada y aborrecida” y concluirá que puede salirse con la suya. ¿Implica esto que un líder es santo y perfecto? ¡Claro que no! Pero si alguien no tiene temor genuino de Dios en su vida, no debe ser puesto como líder.
  3.  Un líder debe ser una persona fiel. El término que Jetro usó fue “hombres de verdad” y describe la integridad y fidelidad que aquel en posición de liderazgo debe tener. Estos son aquellos que se muestran a sí mismos fieles en todo lo relacionado a transacciones de negocios, ejecución de ordenes o en el cumplimiento de deberes oficiales. En otras palabras. El que este en posición de liderazgo debe ser confiable. Lo peor que le puede pasar a una iglesia es tener gente irresponsable como líderes. Si lo piensas, la reproducción del cristianismo descansa en personas fieles (2 Timoteo 2:2). El ser un hombre o una mujer de verdad implica la capacidad de no dejarse llevar por las presiones del medio. Un ejemplo de hombre fiel en la Biblia es Daniel. ¡Que Dios nos ayude a tener muchos Danieles en nuestras iglesias!
  4. Un líder no debe ser materialista. Jetro dijo a Moisés que –literalmente– los líderes que él pusiera debían aborrecer la avaricia. Este término (avaricia) es literalmente el afán desordenado de adquirir y poseer riquezas para atesorarlas. En palabras modernas, es “materialismo”. No ser materialista no significa hacer voto de pobreza o ser conformista con nuestras finanzas. Para Dios, el problema está en el corazón, no en las cosas. El que ama el dinero terminará enredándose en los negocios de la vida, y será fácilmente seducido por las ganancias deshonestas. Y, como en el ministerio hay dinero –porque todo tiene un costo financiero en esta vida– al no tomar en cuentas este rasgo terminamos teniendo líderes que roban a sus congregaciones.

Si en tu vida tienes la responsabilidad de establecer a otros líderes en tu iglesia haz un alto y considera las instrucciones de Jetro, y el resto de principios que la Biblia da para los líderes de nuestras iglesias. Toma la decisión de no violarlos de ahora en adelante.

¿Qué hacer con los que ya están en una posición de liderazgo y no llenan los requisitos? 

De eso hablaremos en la siguiente entrega.

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