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miércoles, julio 16, 2025

La mujer del flujo de sangre: Tocó y fue transformada

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Basado en Marcos 5:25-34

¿Cargas con algo que te avergüenza y que nadie más conoce?

Tal vez fue un aborto que marcó tu alma en silencio. Una enfermedad que te hizo sentir impura. Un abandono, una traición, una herida que no cicatriza. Tal vez fuiste señalada, juzgada o apartada.

Y aprendiste a sonreír, aunque por dentro luchabas con un dolor que nadie veía.

Muchas mujeres viven así: cargando con un silencio que nadie nota, escondidas detrás de sonrisas que no dicen la verdad.

Esa era la vida de la mujer del flujo de sangre.

Doce años enferma. Doce años gastando todo lo que tenía. Y lo más doloroso: vivir aislada, considerada impura, sola. No era solo su cuerpo lo que sufría, también su corazón.

Vivía entre la vergüenza y el silencio.

Pero un día, Jesús pasó cerca.

Y ella decidió no quedarse quieta. No hizo escándalo, no exigió nada.

Solo avanzó con fe.

Con temor, entre la multitud, tocó el borde del manto.

Y al instante, su cuerpo fue sanado… y su alma también.

Jesús se detuvo.

“¿Quién me tocó?”, preguntó.

Ella temblaba. Pensaba que sería reprendida, pero fue reconocida.

“Hija, tu fe te ha sanado. Vete en paz” (Marcos 5:34).

Ya no era la mujer anónima. Ahora tenía nombre, identidad y dignidad. Jesús la hizo visible.

Tal vez tú también has vivido con algo que te pesa y has aprendido a callarlo. Pero el mismo Jesús que se dejó tocar por ella, está hoy a tu alcance.

No tienes que pedir permiso. Solo da ese paso de fe.

Dios convierte el silencio en respuesta, y lo imposible en testimonio.

Levántate, toca a Jesús con fe. Él te está esperando.

“Hija, tu fe te ha sanado”

—Marcos 5:34

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