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viernes, abril 26, 2024

Cipriano de Cartago y la apostasía

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A finales del siglo segundo nace en Cartago, al norte de África, Cipriano, que llegó a ser uno de los Padres de la Iglesia, muy respetado y admirado por su firme celo por defender la verdad del evangelio. Al igual que los conocidos padres apostólicos, la religión romana ha usurpado su memoria para darlo a conocer como un paladín catolico que llegó a ser mártir por la religión y no por Jesucristo, a quien verdaderamente sirvió.

Eran tiempos de cruenta persecución los que Cipriano vivió. La persecución del emperador Decio, fue muy corta pero muy cruenta. Se cuenta entre las más sanguinarias, porque le costó la vida a muchos creyentes. El punto que destacamos en este documento es la reacción de muchos cristianos ante la persecución y la certeza de morir por la causa de Cristo.

No todos los creyentes abrazaban el martirio, de hecho la mayoría huía para evitarlo, y otros simplemente adoraban la imagen del emperador a cambio de su vida. Esta acción, los creyentes fieles, la calificaban como apostasia e inmediatamente se les separaba como miembros de la iglesia, porque se entendía que ,quien esto hacía, estaba negando la fe y no merecía formar parte del cuerpo de Cristo, por haberlo rechazado.

El resultado, al menos en las iglesias de Cartago, fue que hubo una sensible disminución numérica en la asistencia a los lugares de congregación. Recordemos que en esos días no se construían templos por causa de la persecución, y las reuniones se celebraban en casas o en lugares aislados para evitar confrontaciones con el imperio.

Ante esa realidad triste, muchos desertores de la fe, solicitaron reingreso a la iglesia. Algunos con arrepentimiento y vergüenza, otros por formalismo, y es aquí donde comienza el conflicto. Deberian o no ser readmitidos?, podía la iglesia juzgar a los hermanos por su debilidad ante una muerte segura?, qué disciplina podría ser aplicada?, y así se levantaron argumentos a favor y en contra si debían ser perdonados o no.

Y es aquí donde entra la participación de Cipriano. Como verdadero siervo de Dios, a Cipriano no le hacía ninguna gracia la apostasia, pero también era un hombre muy misericordioso, y no se mostró dispuesto a condenar a quienes Dios pudiera dar oportunidad. El tema era difícil, pues hubo personajes muy influyentes como Novaciano que negaba la absolución a los renegados. Finalmente,l a influencia de Cipriano prevaleció y la iglesia termino concediendo perdón y reingreso a aquellos que una vez negaron la fe .

El asunto de la apostasia ha invadido la iglesia desde sus comienzos. Las epístolas paulinas dan clara evidencia de ello. El debate entre sana doctrina y apostasia continúa hasta hoy. Y, lo que la historia nos enseña, es que todos decimos tener la sana doctrina y nadie está dispuesto a reconocer su apostasia. La Biblia enseña que en los días próximos al regreso del Señor aparecerán falsos maestros y falsos profetas que engañarán a muchos con doctrinas de demonios, y apartarán a mucho de la fe verdadera,eso es apostasia. La gente tendrá su conciencia cauterizada y seguirá el error pensando que es la verdad.

Pablo le dice a los Tesalonicenses que el anticristo vendrá cuando la apostasia haya invadido la iglesia. Y, a mi parecer, estamos viviendo tiempos de apostasia, hay muy poco fervor en la iglesia, los cultos de oración están abandonados, el estudio y amor por la Biblia es escaso,y se tolera el pecado de los miembros sin señalarlo.

Si la iglesia aplicara normas de disciplina como las que aplicaba Cipriano de Cartago en el siglo tercero, lo más seguro es que quedarían vacías las congregaciones porque muy pocos están dispuestos a recibir corrección moral y espiritual. Que Dios nos ayude a ser tenidos por dignos de escapar de la ira venidera. Cristo viene pronto.

A pesar de su arduo trabajo en favor del evangelio, a pesar de su testimonio de servicio a los necesitados con todo amor, Cipriano no pudo escapar de la cruel persecución y murio como mártir en 258 en tiempos del emperador Valeriano. Después de un año en prision, murio decapitado en medio de una gran multitud. Sus últimas palabras: Gracias a Dios!

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