Rut 1:16-17 “Respondió Rut: No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos”
Convertirse al Señor no es cuestión de emociones ni de leer un panfleto y repetir una oración que alguien más dijo por nosotros. No. Convertirse, ya todos lo sabemos, es darle la vuelta a la vida. Es darle la espalda al mundo y caminar un nuevo camino.
Es abandonar todo lo pasado. Todo lo viejo y conocido para empezar una aventura de fe, en donde todo será por fe y no por vista.
La mayoría de evangélicos de esta generación ya no sabe realmente lo que es convertirse al Señor. Porque sus maestros y evangelistas no han sabido presentarles el verdadero Evangelio de Cristo. Les presentan su propio evangelio. Un evangelio permisivo, uno que les permite seguir viviendo bajo sus antiguas reglas, seguir sus viejas costumbres esperando que “un día el Señor haga el cambio”, cosa que no sucederá si no hay un rendimiento total a la Voluntad de Dios y dejar todo atrás.
Quienes realmente han conocido la verdadera Verdad, valga la redundancia, han dejado su Moab para siempre. Como Rut cuando dijo estas hermosas palabras que se ha utilizado en tarjetas de boda, en invitaciones a renovación de votos y se han hecho lemas de vida. Pero en la práctica no existe esa verdad. Porque siguen viviendo en su propio Moab. Como Oria que regresó a su casa. Siguen adorando sus dioses falsos, sus costumbres y sus cosas ocultas.
Pero los que han sido como Rut, han dejado Moab para siempre. No hay nada que los haga retroceder. Rut pasó de ser moabita para ser extranjera en una tierra que no la aceptaba pero que ella tuvo el valor de enfrentar.
Toda su vida pasada quedó atrás. Puede que en el momento de la partida con su suegra Noemi todavía no supiera nada de su vida futura, pero será lo que Cristo haya ordenado para ella. Rut no sabe nada de la gente de quien estará acompañada, pero quienesquiera que sean, serán sus hermanos. Ella ignora si será aceptada o nó. No sabe como la tratarán en la tierra a donde va. No sabe si el Dios de Noemí la aceptará a ella como parte de su tierra.
Hipócritas, predicación mediocre, iglesias mundanas, ninguna de estas cosas puede persuadir al verdadero convertido de apartarse del Dios de su salvación. El Dios de la biblia será su Dios. El Cristo del Calvario será su Redentor. Los elegidos regenerados por Dios serán su familia, y el Dios de ellos será su Dios.
Aunque no sabe nada de ellos hasta que nace de nuevo, reconocerá inmediatamente a esa comitiva divina a la que pertenece. El verdadero arrepentimiento es un arrepentimiento genuino.
No hay vuelta atrás.
Rut es un ejemplo vivo que nos confronta con el verdadero convencimiento de que seguir al Dios desconocido trae bendiciones que no esperábamos recibir. Los dioses que adorábamos antes no se comparan con el Dios de Israel que cumple promesas, que satisface todos nuestros deseos y anhelos. El Dios a quien adoramos es un Dios que no cambia aunque nosotros no seamos fieles.
Ruth se arriesgó a seguir las instrucciones de su mentora Noemí. Siguió paso a paso las enseñanza que le daba por una sencilla razón: Noemí sí conocía a su Dios. Noemí sí tenía testimonio de lo que el Señor podía hacer con su protegida que aunque era recién llegada a su tierra, podía encontrar el refugio que necesitaban ambas para no morir de inanición.
Así fue como empezó el periplo entre Rut y Booz. Noemí sabía que en algún lugar estaba el hombre que las podía redimir a travez de redimir a su nuera y pupila. Y Rut obedeció. No le importó si los demás empleados de Booz se burlaban de ella. No le importó pensar que le dejaban “tirado” el grano que ella y su suegra necesitaban. Ella solo sabía una cosa: El dueño de la viña, el señor del campo era su protector y su suegra era su mentora, su maestra. Y se dejó enseñar.
¿Resultado? Ser injertada en la familia real del Mesías que un día iba a aparecer en la Tierra. Todo porque un día decidió: Tu Dios será mi Dios y tu tierra será mi tierra. Tu familia será mi familia. Tu fe será mi fe. No me pidas que te deje.