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sábado, junio 28, 2025

Organización Cristiana de Educación Integral (OCEI) realiza su primer Congreso de Educación Inclusiva

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En El Salvador, se estima que más de un millón y medio de personas viven con alguna discapacidad, lo que representa un sector poblacional significativo. Sin embargo, sus necesidades básicas siguen sin ser atendidas de manera adecuada, lo que provoca exclusión y marginación.

Ante esta realidad, la Organización Cristiana de Educación Integral (OCEI) tomó la iniciativa de organizar el Primer Congreso de Educación Inclusiva, con el objetivo de ir más allá de la simple visibilizarían. 

El congreso buscó orientar, capacitar y sensibilizar a instituciones educativas y religiosas para promover una verdadera inclusión, donde la diversidad sea reconocida y valorada.

Miriam Ardón, directora de OCEI, expresó que “la falta de conocimiento en esta materia nos limita para ayudar como deberíamos”. Por ello, junto a socios estratégicos, iniciaron este esfuerzo que busca posicionar a OCEI no solo como una entidad educativa, sino como una organización comprometida con la inclusión y el acompañamiento integral.

“La discapacidad no define a la persona. Si dejamos de verla como una etiqueta, aprenderemos a valorar cada gesto, emoción y actitud. Solo así desarrollaremos verdadera empatía”, afirmó Ardón, quien también considera que es difícil generar una inclusión genuina si no se convive con personas con discapacidad.

Desde hace cinco años, OCEI brinda educación formal a diversos sectores del país. Su enfoque cristiano la lleva también a presentar a Jesús a las personas con discapacidad y sus familias, recordándoles que todos fuimos creados a imagen y semejanza de Dios.

El congreso contó con la participación de especialistas en educación, inclusión y temas eclesiales. Uno de los aportes destacados fue del pastor David Segovia, de Casa de Dios Internacional, quien abordó el tema: Iglesia inclusiva: del derecho a la práctica. 

“Debemos aprender a caminar a la velocidad del amor, a la velocidad de Dios”, afirmó. 

“Jesús caminaba tres millas por hora, lo que equivale a cinco kilómetros por hora. Siempre tenía tiempo para detenerse, escuchar y compartir. Eso es lo que debemos hacer con quienes han sido ignorados”.

Segovia también enfatizó que muchas veces se asocia la discapacidad con enfermedad o maldición. “Mientras sigamos viéndola como un problema, seguiremos actuando con lástima y sin entender que Dios tiene un propósito en todo. Como dice Juan 9:2-3, no se trata de culpa, sino de que la gloria de Dios se manifieste”.

Para los asistentes (educadores, líderes, familias y creyentes) este congreso representó una oportunidad para abrir los ojos, reconocer errores y asumir el compromiso de construir una sociedad más justa y sensible. 

Porque ellos también son seres humanos, y merecen ser tratados con dignidad.

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